A pique de sentirme canalla, de apostatar mi fe en La 2, estuve el sábado cuando un documental sobre el Ciclo del Agua interrumpió mi siesta. Es como si los ingenieros fuéramos unos sinvergüenzas, como si la política de embalses en el franquismo en lugar de haber resuelto el acceso al agua de 45 millones de españoles hubiera supuesto el mayor atentado ambiental del universo mundo, como si hablar de sed y hambre no fuera tan importante como expresar los asuntos en términos de riqueza y avaricia o de ricos y pobres. Pero lo más cojonudo es que el alivio documental se forja en el espíritu indomable de esa ´voz sensata´ que es Pedro Arrojo. Esta visión de exageradísimo tono ambiental lo confunde todo pues su radicalismo conduce hasta la peregrina propuesta de acabar con las obras hidráulicas y sustituirlas por termitas.