Cada día, el argumento de los tránsfugas para justificar su acción resulta más ridículo. La pasada semana, un diputado del parlamento argentino levantó la mano y votó afirmativamente la propuesta de sus adversarios políticos, siendo su voto decisivo. Ante la irritación mostrada por sus compañeros, argumentó la excusa más surrealista que he escuchado en mi vida. Según contó, una mosca estuvo molestándole durante toda la sesión plenaria; lo tenía negro. Cegado por el incordio, llegó un momento en que olvidó los discursos, las enmiendas, las propuestas€ y se dispuso a pillar a la cojonera. En el momento de la votación, vio a la mosca sobre él, y no dudó en levantar la mano para atraparla€; el gesto fue considerado como un voto a favor por el presidente de la mesa. Y para colmo, cuando abrió el puño, la mosca no estaba.