Hoy es la fiesta grande en la capital del Segura y la tradición marca una serie de ritos: gente vestida de huertano, zagales tomándose un chorrico de más, barracas hasta las trancas, abuelas felices haciéndoles moños a las nietas (por un día) y Erasmus rosados con cara de WTF. Y, cómo no, el tradicional debate: ¿existe aún, el motivo de celebración? ¿Tiene sentido dedicar un día al año a festejar un medio que degradamos -por acción u omisión- los otros 364? De un momento a otro empezarán a brotar los tópicos de siempre: el roalico que tenía el abuelo de alguien en Zaraíche, la vez que se cayó no sé quién en una acequia donde ahora han puesto el Media Markt, el sabor de los nísperos de un árbol que ya no dará más. Etcétera etcétera. Alguien dirá que vaya lástima, que está todo hecho un solar. Que parece mentira que hayamos permitido este desastre. Que ni siquiera quienes más tendrían que haber defendido ese tesoro (saldrán las Peñas, saldrá la Junta de Hacendados) han dicho ni media en veinte años. Y ése será el momento que habrá estado esperando tu cuñado para saltar. «No politicemos», dirá. Tú, prevenido, ya habrás pasado la morcilla a tiempo, para no atragantarte. «Además, con el tema de la huerta, las cosas están cambiando». Estoy de acuerdo. Pero no en el sentido que le va a dar al asunto tu cuñado. Me explico, sí.

Tras el terrible zarpazo a la huerta tradicional (en volumen de regadíos, presión ladrillera y destrucción de las infraestructuras históricas) que han supuesto los diecinueve años de mando del anterior primer edil, las cosas han terminado donde todos sabíamos que iban a terminar: en los juzgados. Imputados y expulsados del partido de Cámara y su cuadrilla, al nuevo alcalde le interesaba escenificar «un cambio de rumbo» que le permitiese endosar todo lo podrido al árbol caído, y encara ahora su primer Bando con nada menos que una concejalía de la Huerta, sonoras actuaciones mediáticas y un consistente rumor -que corre de cuñado en cuñado- acerca de que «las cosas están cambiando». En lo que tardas en terminarte ese platico de crillas con ajo repasamos qué ha cambiado y qué no.

-Los ´¿qué hay de lo mío?´: no. Se siguen produciendo, promovidas por personajes próximos al poder municipal e hidráulico, actuaciones al borde de la legalidad, la nocturnidad, la alevosía y los hechos consumados: entubamientos, proyectos de construcción de estaciones de servicio junto a la mota del río, cartelería publicitaria en pleno Malecón, etc.

-El PGOU: no. Probablemente la madre del cordero de la destrucción de la huerta, el Plan General de Ordenación Urbana en vigor data de 2001 y, basándose en unas previsiones para el municipio de dos millones de habitantes, abre la puerta a la urbanización de todo el medio rural que rodea la ciudad de Murcia. Se viene pidiendo al equipo de Ballesta por activa y por pasiva que revise el Plan, pero de momento ni asisten a las reuniones.

-La Semana de la Huerta: vale. Se ha hecho un esfuerzo por darle otro aire y se han podido oír voces críticas, es verdad.

-La Junta de Hacendados: no. La imputación del anterior presidente ha precipitado su relevo en un proceso envuelto en sospechas, pero las prácticas siguen siendo las de siempre. Además, nuevos acuerdos con el Ayuntamiento de Ballesta amplían sus fueros y ahora pueden entubar sin permiso municipal. Miedo.

-Las prioridades: no. La construcción de la autovía del Reguerón, nuevo hachazo al espacio tradicional, no suscita en el Consistorio ni un pero. Mientras, la concejalía de Huerta sanciona al Ateneo Huertano Los Pájaros con 10.000€.

-La banda de la huerta: ¡equilicuá! La movilización vecinal surgida de la lucha contra los entubamientos es la verdadera novedad. Organizados a través de la asociación Murcia Huerta Viva, continuación natural de la señera Huermur, los agroactivistas han demostrado que no están solo para paralizar excavadoras u obras ilegales, y han pasado a la fase propositiva con una capacidad sorprendente. ¿La última? Unas jornadas participativas en La Arboleja que han atraído a decenas de vecinos en la labor de redactar profusas alegaciones al Plan Especial de Protección del Malecón. Algo se mueve, sí, y es gente. Una buena banda. Y que les digan que no.

Y ya te dejo que te comas tranquilo el paparajote. Si quieres salir a defender la huerta al acabar el debate ya sabes dónde hacerlo. Si ves que tal, tráete a tu cuñao.