Con la Semana Santa declarada de Interés Turístico Internacional, Cartagena vive estos días acompañada de una gran afluencia de gente moviéndose por sus calles. Ese espíritu de religiosidad mezclado con el ambiente festivo, del que hace gala por tradición la ciudad portuaria, invita a oriundos y foráneos a observar al detalle las peculiaridades de los desfiles procesionales: el color, el orden, el paso coordinado, las flores, los trajes, la imaginería?

El encuentro del cartagenero-a con su Semana Santa hace aflorar un conjunto de sentimientos de difícil verbalización, pues más allá de lo racional se sumergen en lo emocional, lo trascendente y, cómo no, en las creencias o cuestiones de fe. La unión de tantísima voces mientras se canta la Salve cartagenera constituye una seña de identidad, una tradición que año tras año da cita y reúne a diferentes generaciones.

Durante estos días, el acervo histórico, artístico y cultural de la Semana Santa pone en relación el presente con el pasado, en un acercamiento constante a los cofrades que aunque ya no están físicamente permanecen en el recuerdo, proyectado más lejos hacia un tiempo nuevo ya protagonizado por los que hoy son aún pequeños. La tranquilidad de sentirse enraizado a una procesión con raigambre que se renueva como la primavera, viene dada por la cantera de savia nueva de la que se hace gala el Domingo de Ramos.

Sin duda, el ambiente familiar con que se vive la Semana Santa influye directamente en el potenciamiento del interés por esta festividad cristiana, pero también desde la escuela como esencial agente de socialización puede incentivarse. En este sentido quiero destacar la procesión que el Colegio Adoratrices organizó para recorrer los alrededores externos de este centro educativo el jueves 17 de marzo por la mañana. Un desfile repleto de creatividad que hizo partícipes a los peques de la clase, quienes salieron a la calle vestidos de nazarenos, capirotes, manolas, judíos, etc. Sin que faltara elemento ni ornamentación hubo hasta tronos construidos a base de cajas de cartón, y un colorido vestuario muy conseguido, realizado con materiales económicos como cartulinas y bolsas de plástico que permitió la participación de todos los niños. La idea despertó el entusiasmo de los padres, que cantaron la Salve como colofón final. Buena manera de crear cantera, y animar a los padres a acercarse a la Semana Santa favoreciendo al mismo tiempo la relación familia-escuela.

Tras esta procesión previa tan especial, ese día ya de madrugada pude asistir a la primera procesión de España, la del Vía Crucis de la Cofradía del Cristo del Socorro que parte de las inmediaciones de la Catedral, fue seguida por un numeroso público que atentamente escuchaba las saetas que se sucedían. Pero antes estuve en el homenaje a la Patrona en la Iglesia de la Caridad, y fue realmente espectacular, tanto por las voces de los Trovadores entre los que estaba el concejal Francisco Calderón, como por la sorpresa al escuchar la serenata entonada por el mismísimo alcalde que resultó ser cantor, y que lo hace muy bien, vaya.

En este singular ambiente festivo, la idiosincrasia de las procesiones de Cartagena atrae a un turismo movido por la curiosidad de ver la peculiaridad con que se recrea la Pasión y muerte de Jesús. Estas fechas son una oportunidad para conocer la ciudad y sus procesiones, experimentando que se siente cuando se oye clamores como «¡viva la Virgen de la Caridad! ¡viva el San Pedro!».