ra previsible, porque como bien recoge la sabiduría popular, a perro flaco todo son pulgas, y más famélicos que los refugiados sirios encontraremos pocos en Europa, casi todos de fuera. Los terroristas han vuelto a sembrar muerte y no de cualquier manera, pues estos psicópatas islamistas (lo de la religión es lo de menos, claro está) han demostrado hacer un excelente uso del miedo.

El miedo, como todos sabemos, genera inmovilismo y éste a su vez provoca un lamentable caos que está llevando a muchos al redil de la negación. Esto, traducido a la estampa que nos ha tocado vivir toma cuerpo en la intolerancia, otra pulga que se suma a las muchas que desangran a ese grupo de seres humanos que se ve atraído por nuestra ilusoria capacidad para ayudarlos. Si lográramos hacernos inmunes a las leyes de la Gestalt en Europa seríamos capaces de estremecernos por igual tanto con las innecesarias muertes en Bélgica como con los asesinatos en masa que cada día se producen en países como Siria, por poner un ejemplo. Todo forma parte de un conflicto único. Sin embargo, los principios de proximidad y semejanza, entre otros, han llevado a muchos a experimentar como primera reacción frente a los atentados del martes la negación a la libre circulación de las personas, especialmente de las que más necesitan que les abramos las puertas, pues las hacen erróneamente responsables de que hoy nos toque a nosotros enterrar a los caídos de la sinrazón.

«¿En serio podemos dejar libre entrada de todos?», leo tristemente en las redes sociales publicado por un murciano que debiera dar ejemplo de la religión que profesa en lugar de estigmatizar aún más a quien no lo merece. En contra de lo que muchas personas creen, la metástasis de este cáncer no proviene del exterior sino que nosotros mismos la hemos generado a base de intolerancia y participación en el lucrativo negocio de la guerra, al que nuestra sociedad no ha querido prestar atención hasta que los muertos han comenzado a caer sobre nuestras aceras. Vendemos armas, permitimos su tráfico (recuerden que Bélgica acoge al mayor mercado negro de armamento de nuestro continente), creamos guetos, impedimos la integración. La totalidad de los inmolados en Europa nacieron o se criaron entre nosotros. ¿Qué fue lo que les dimos o lo que les negamos para que se sintieran tan visceralmente rechazados? No los justifico, jamás. Pero por desgracia hasta que no asumamos que no somos tan inocentes como nos creemos y por fin reaccionemos proporcionando a la globalización algo de sentido todos estos muertos no serán honrados, ni los de aquí y ni los de allá, como se merecen.