Son casi las dos del mediodía y ya van 34 muertos en la cadena de atentados en el aeropuerto y el metro de Bruselas. Desde que nos enteramos de la noticia, bien temprano, las redes sociales echaban humo y, cuanto más leía, más me asombraba. Libertad de expresión, sí. Opinar sobre un hecho, siempre. Pero, si yo escribiera en estas líneas lo que de verdad quiero escribir€ Poder puedo, pero no quiero. No quiero ofender a nadie y, mucho menos, que me acusen de fomentar la islamafobia, pero, ¿qué quieren que les diga? ¿Que este es un hecho aislado y que en Europa vivimos muy seguros? Pues yo, ante todo esto, tengo miedo. Miedo a que la gente no pueda andar por las calles de su ciudad con tranquilidad. Miedo a que los gobiernos europeos sigan vendiéndonos eso de «en estos momentos hay que permanecer unidos». Que sí, que debe haber unidad, pero también debe haber hechos. El Islam merece todos los respetos, y sí, no podemos generalizar, pero de ahí a tener que comulgar con que los europeos somos súper guays, tolerantes, estamos en contra del terrorismo, llenamos plazas con carteles de «No en mi nombre», «´Jesuisblabla´», ponemos fotitos de apoyo€ Y, claro, si no haces esto y reclamas mano dura eres un facha, antidemocrático y un ser horripilante que no merece vivir. En fin.