Siempre ha habido grupos de presión que consiguen imponer su poder por encima de los gobiernos, pero hay momentos de la historia en que las peores intenciones condicionan tanto las decisiones políticas que los malos consiguen mandar sin gobernar. Esto es lo que está ocurriendo en Europa con la política de los refugiados. Mientras que Bruselas dejaba pasar el tiempo e ignoraba las inclemencias del invierno, la ultraderecha ha conseguido bloquear los planes para atajar la sangría de muertes en el Mediterráneo y el éxodo de familias sirias hacia las fronteras griegas. El rechazo de la ciudadanía al tratado de la UE con Turquía que pretende confinar en este país a los huidos de la guerra está demostrando cómo claudican ante el miedo los gobiernos europeos que hace unos meses consensuaban los programas de acogida. Lejos queda ya la conmoción causada por el cuerpo del niño sirio que apareció ahogado en una playa turca, aunque el mar ha seguido tragándose vidas de niños y de adultos. El miedo se ha impuesto a las normas de la humanidad, pero nadie conseguirá ponerle puertas al campo.