La escena que presencio, ajena y accidentalmente desde la barra del bar, es una de tantas realidades familiares de todos los días. Aún así, cotidiana y sencilla, está cargada de simbología en estos tiempos de incertidumbre social y política. Queda al margen de una preocupación formal por el futuro inmediato. Es lo que exactamente me impresiona. Les cuento.

Una pareja joven que lleva un niño en brazos de dos, tres años, llega junto a la madre de ella (son como dos gotas de agua pasadas por los años) al restaurante donde me encuentro y en el que se celebran eventos familiares. Ya saben, bodas, comuniones, cumpleaños, día de los enamorados, noche vieja, etc? ¡qué sé yo! Divorcios, catas de vinos. El aspecto de la pareja es humilde; nada que haga suponer una posición económicamente acomodada o desahogada; trabajadores como una inmensa mayoría de esta España nuestra.

Pronto requieren la información necesaria del encargado del restaurante y salón de celebraciones. Se trata de su boda que han previsto para el 4 de noviembre de 2017. Entiendo que son padres del niño que llevan en brazos y que quieren 'arreglar' los papeles del matrimonio. No les arredra que falten 18 meses para la fecha elegida; no debe estar en sus preocupaciones un posible paro laboral, ni una ruptura sentimental. Nada que impida sus voluntades. Se muestran totalmente confiados en un futuro benigno. Hablan del menú, de las formas de la ceremonia, de la tarta, de un vídeo familiar que quieren poner al final. «Mejor al principio», dice el encargado que sabe de este asunto por su experiencia, «durante la recepción con el aperitivo». Todo lo que se habla se entiende como si fuese para mañana mismo. «¿El concejal lo traéis vosotros o lo buscamos nosotros?». En el libro de asientos de eventos se anota: «Ciento veinte comensales y se toman los nombres que importan, la elección del menú y el presupuesto aceptado».

Me llama la atención la ausencia de dudas. Ninguna. Certeza de lo que quieren y cuando lo quieren. Todo decidido con una antelación que no concuerda con lo que todos los ciudadanos vivimos todos los días en nuestra precariedad existencial. Dan envidia, no parece que estén expuestos a ningún desvarío del trabajo o del amor. Para el niño, croquetas y unas chuches para los amiguitos. Si quieren música en directo, precio aparte como cualquier otra atracción infantil. Camas elásticas, juegos de bolas y otras instalaciones. A esa hora de la contratación, en el Parlamento español sus Señorías se estaban jugando las actas de diputados en un futuro más que dudoso. El discurso no va con esta pareja que contraerá la responsabilidad del matrimonio cuando llegue el día elegido. «Lo del concejal ya lo decidimos más adelante». Realmente esperanzador y positivo.