«No me da tiempo» o «no tengo tiempo», ese parece ser el nuevo mantra de nuestra sociedad. Yo, la primera, voy como todos corriendo de un lado para otro, sin ver, sin oír o sin siquiera pensar. Simplemente, o no tan simplemente, más bien mecánicamente cumplimos con nuestras obligaciones. Nos centramos tanto en el deber que nos olvidamos del placer. Y así, no se puede. No podemos levantarnos por la mañana sin tener tiempo para deleitarnos con el sabor amargo del café en nuestro paladar. No podemos acostarnos pensando en la ´lista de deberes´ del día siguiente. No necesitamos tiempo. Tenemos el tiempo. Lo que de verdad nos hace falta es parar y disfrutar de las 24 horas que nos ofrece el día. Dejar de correr, dejar de anticipar acontecimientos. Vivir el ahora siendo conscientes de que ese es nuestro tiempo y, así, rentabilizarlo. Parar para ver, escuchar y pensar. Pero sobre todo, para aprovechar y valorar ese tiempo que tenemos, aunque no sentimos nuestro.