Pues sí, el expresidente de la Comunidad, Alberto Garre, ha tenido sus cinco minutos de gloria. Bueno, cinco no, que algunos medios de ámbito nacional le sacan de vez en cuando para avivar sus ataques al que ha sido su partido de toda la vida; ahora ya no sé como estará eso. Ni en sus mejores sueños podría pensar en alcanzar tan alto grado de notoriedad cuando se ha pasado años y años de carrera política sin que nadie le conociese fuera de nuestras fronteras. Y esto no lo digo yo, que también lo dijo en La Sexta el que fue vicealcalde de Madrid con Gallardón, Manuel Cobo, quien así lo apuntó en un programa de ámbito nacional poniendo en duda la capacidad de Garre para crear opinión dentro de su propio partido. Literalmente se preguntó: «Fuera de Murcia ¿quién conoce a este señor?».

A mí, como comprenderán, me preocupa muy poco que el señor Rajoy continúe siendo el máximo responsable de su partido; me preocupa su nefasta labor de presidente del Gobierno, que es otra cosa. Pero que algunos políticos, cuando dejan de estar en el machito, arremetan contra sus correligionarios porque los han dejado fuera del reparto del pastel, qué quieren que les diga, eso sí que me repugna, porque por encima de todo valoro la lealtad, que no quiere decir sumisión. Valoro la lealtad para con los que han formado parte de nuestra trayectoria profesional y de vida. Valoro la amistad como un bien supremo. Valoro la nobleza, el cumplimiento de nuestras promesas, y detesto todo lo contrario; la vileza y la traición. Por eso, cuando alguien habla de valentía para ensalzar la actitud del señor Garre yo digo que no, que valentía no puede ser deslealtad la RAE define la lealtad como el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor, que la valentía es otra cosa muy diferente.

Valentía hubiese sido que, cuando al señor Garre le hacen presidente de esta Comunidad por el dedo caprichoso de su antecesor, hubiese dejado claro que aspiraba a continuar en el cargo en el futuro porque, que sepamos, Garre conocía, desde el primer momento, que el desempeño de esa labor tenía fecha de caducidad. Precisamente no se eligió a otro porque se suponía que él, que como ha dicho la vicepresidenta, «está de salida», comprendería que era un presidente de transición porque todo el mundo sabía que el candidato para continuar era otro.

Lo que ocurre es que cuando se sentó en el sillón que está detrás de la mesa presidencial le tomó el gustó y no midió bien sus jugadas, que fueron muchas, y sus triquiñuelas, que también estuvieron presentes, para forzar su continuidad en el cargo, algo que no consiguió. Y, bien, él se hubiese conformado con un puesto de senador, pero, miren por dónde, tampoco le concedieron este honor y, claro, pasar de una presidencia a nada debe ser muy duro cuando se han estado ocupando puestos muy principales tantos año,s porque, por si alguno de ustedes lo ha olvidado, Alberto Garre fue diputado regional durante 1991-2004 y 2011-2015; diputado nacional en 2004-2011 y presidente de la Región de Murcia en 2014-2015. Y no se llega a tanto en un partido si no se muestra la obligada disciplina y la demandada fidelidad al mismo.

Valentía hubiese sido que cuando han venido a Murcia el presidente Rajoy y la vicepresidenta Sáenz de Santamaría se han pasado un tiempo que parecía que vivían aquí él les hubiese dicho personalmente, que es lo que tienen que hacer los que ejercen un mínimo de lealtad, lo que ahora ha pregonado a los cuatro vientos, que no es otra cosa que el tiempo de Rajoy ya finalizó y que debe de dar un paso atrás o al lado, que en esto ya me pierdo. Ante la reacción de muchos de sus compañeros del PP en contra de sus manifestaciones, el señor Garre ha dicho: «En el PP, como en todos los partidos, siempre hay una corte de palmeros y de plañideras». Justo: lo que él fue tantos años.