El Partido Popular ganó las elecciones del pasado 20 de diciembre y Mariano Rajoy fue el candidato más votado por los españoles para ser presidente del Gobierno, dos evidencias que conviene recordar porque el inédito proceso que está viviendo nuestro país para formar Gobierno nos ofrece una realidad más inspirada en los espejos del callejón del Gato que describió Valle-Inclán que en el resultado de las urnas.

Cada nuevo titular que arrojan las portadas de los periódicos y relatan las crónicas de los telediarios, refuerza la tesis de que si queremos que España continúe en la senda de la recuperación económica y no tirar por la borda cuatro años de enormes sacrificios y esfuerzos, no hay otra salida, vista la endiablada aritmética parlamentaria, que un Gobierno de fuerzas constitucionalistas encabezado legítimamente por quien ganó con claridad las elecciones del 20 D.

El programa pactado entre PSOE y Ciudadanos, amén del rechazo cosechado en la sede de la soberanía nacional, no puede ser la base de ningún acuerdo: no solo porque suponga una enmienda a la totalidad al proyecto reformista impulsado por el PP que ha contribuido a que España sea ahora el país que más crece económicamente y más empleo crea de toda la Unión Europea; sino además, en ninguno de sus apartados o epígrafes se propone solución alguna para asuntos vitales para la Región de Murcia como son el agua, las infraestructuras y la financiación.

Afortunadamente ese acuerdo es papel mojado, aunque Pedro Sánchez mantiene intacta su atracción hacia la izquierda radical que lidera Pablo Iglesias, un Gobierno PSOE-Podemos „o, más bien, un Gobierno de Podemos presidido por Sánchez„ con el apoyo de los partidos independentistas que indudablemente sería lo peor para España y para la Región. Los enormes perjuicios que semejante combinación supondría, no sólo para la continuidad de la mejora de nuestra economía (ahí está el ejemplo de la ultraizquierdista Syriza en Grecia), sino para la unidad de España y la soberanía nacional del pueblo español, serían tan obvios como indeseables.

Si para España es un enorme riesgo volver a caer en las políticas que engordaron de forma imparable las listas del paro, la Región se juega la continuidad de proyectos imprescindibles para su crecimiento y desarrollo. Lo que no cabe duda después de escuchar a partidos como Podemos que sin ningún pudor ya han anunciado públicamente que pararan obras tan vitales para nuestro futuro como el AVE, que se encuentra ya a las puertas de Murcia y presupuestado para garantizar su llegada a Cartagena y Lorca.

Los primeros meses del Gobierno de Pedro Antonio Sánchez han demostrado que tener un aliado en La Moncloa es básico para que los proyectos en marcha sigan adelante y sobre todo porque necesitamos un Gobierno con empatía, capaz de entender, por ejemplo, que cuando los regantes y agricultores piden agua es porque la necesitan. Y las decisiones de Mariano Rajoy lo avalan como el mejor compañero político que puede tener la Región de Murcia en el Gobierno de Madrid: el impulso a las obras del AVE y del soterramiento, el Decreto de Sequía, la reducción del precio del agua desalada y la reciente aprobación de un trasvase del Tajo al Segura de un total de 60 hm³ son la mejor muestra de su sensibilidad y compromiso con las demandas y necesidades de los murcianos.

No conviene arriesgar ni hacer experimentos. Los que apelan a las fuerzas del cambio nos hacen temer que cambiaremos, pero a peor, y nuestra Región no puede permitirse retroceder. En esta Región ya sabemos lo que es sufrir el castigo de los Gobiernos socialistas.