Rajoy y un señor de Murcia. Un expresidente de la Región salió al ruedo en una emisora nacional y dijo que sería bueno para el PP que el presidente diera un paso atrás. Lo que daría Rajoy sería un repullo o respingo al enterarse. O tal vez le diera un flato o susto. Alberto Garre se llama el hombre, que ha dicho en voz alta lo que muchos piensan. Pero aparecen en los telediarios para decir lo contrario. La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, salió rápido al quite y dijo que este señor «está ya de salida». Lo que quiso dar a entender es que el tal Garre tiene un cabreo importante por no haber sido incluido en alguna lista electoral y que por eso protesta. El análisis sorayesco ya da la medida de lo que ella piensa de la política: nadie tiene ideales, sólo ambiciones de sillón y el que se queda sin sillón se convierte en díscolo. Sin embargo, parece que Garre es también conocido por sus radicales planteamientos contra la corrupción en su partido. Encontrar un crítico en el PP es más difícil que encontrar churros después de las doce o unas croquetas crujientes. No obstante, basta con buscar bien para encontrarlos. Albert Rivera azuza al peperío para instarle a que se revuelvan contra Rajoy. Parece que pincha en hueso. De la actitud de Garre hay que extraer diversas lecciones. La principal de ella es que cuando se va a una radio hay que ir a dar titulares.

El expresidente de Murcia afirma que instar a Rajoy a apartarse es un servicio a España. No sabemos si al decir tal cosa se le ha erizado el vello y ha pronunciado el España con ´s´ líquida al principio y alargándola. La catarata de adhesiones que tal vez aguardaba Garre no se ha producido. Uno de los que más es señalado como posible sustituto de Rajoy, Alberto Núñez Feijoo, la mostró inquebrantable. La adhesión. Pero ya se sabe que las adhesiones inquebrantables en España duran una mañana o una tarde. Tal vez un café. No sabemos si Mariano Rajoy quiere formar Gobierno o que haya elecciones. Pero sí sabemos que no quiere irse. Y que no cunda la opinión de Garre. El garrerío o garrerismo, corriente que veremos si queda seca o deviene en torrente. Un repullito en el PP.