A Narbona nunca se la debió insultar. Cuando abandonamos la ley y la cordura, perdemos la razón. La perdieron, en efecto, quienes la insultaron, pero ella no la tuvo nunca. La derogación del Trasvase del Ebro fue un atropello histórico, y todos sabemos que no se debió a ninguna defensa del medio ambiente, ni mucho menos a una acción destinada a impedir esa suerte de autoagresión territorial a la que se refirió anteayer en su comparecencia. Al parecer, ella vino a salvar al Sureste de sí mismo. El Trasvase se derogó porque los nacionalistas catalanes, con Maragall al frente, lo exigieron como condición para la investidura de Zapatero. «Ni una gota de agua para el sur», que dijo don Pasqual y, lo más grave, ante un auditorio de socialistas murcianos que callaron como. Y yo estaba allí. Y lo que resulta inaceptable es que presente el desvarío de aquellos años como un asunto limitado exclusivamente a las tierras que habrían de beneficiarse del frustrado trasvase, y olvide todo lo que su partido realizó o proyectó para contribuir a aquel disparate.

Los años horteras se nos revelan en su plenitud sólo con fijarnos en el innecesario anglicismo ´resort´, en lugar de usar ´residencial´ o ´urbanización´. Años de ´resort´ con todos los horteras forrándose y erigiendo sueños de grifos de oro, legiones de listos que pasaron de producir melones a levantar imperios golfistas. He llegado a ver despachos con planos en los que la Región de Murcia y Almería eran casi un mar de golf, ingleses y greens. Cuando me enteré de que pensaban colocar a 30.000 ingleses en las hermosas pinadas de Archivel, escribí Los Caballos del Whisky, porque los anglos iban a ser más que nosotros. Las fiebres del oro siempre enloquecen a la gente y siempre acaban como La leyenda de la ciudad sin nombre: en la ruina.

Pero esa locura, y sus consecuencias, no ocurrieron sólo aquí. Que al final va a parecer que corrupción y estupidez sólo se dieron en esta ignorada región. En la Andalucía que patrimonializan ustedes desde hace más de 35 años, la costa en un inmenso muro desde Algeciras hasta Almería. Sólo se salva el Cabo de Gata si nos olvidamos del Algarrobico. Pero se reinicia en el chalete de su jefe Zapatero. En La Mancha, los suyos proyectaron edificar la provincia entera de Ciudad Real para vivienda de madrileños y expansión de jubilados europeos. Y por eso querían, y quieren, quedarse el Tajo. Con su apoyo, con el pleno apoyo de su partido que quiso legalizar la muerte del Trasvase en el nuevo estatuto manchego. Los municipios del PSC en Cataluña, los sueños de edificar en ¡Los Monegros!, las islas llenas de dúplex en Extremadura. No pararíamos. Pero no puedo acabar sin recordarle que hasta un ministro de su Gobierno, el señor Montilla, el cordobés recatalanizado, vino a esta región a apoyar un ´resort´ que se financiaba con fondos de la Caixa de Catalunya, la socialista, la de Serra.

No nos tome por tontos, Narbona, respétenos también usted a nosotros, que muchos estuvimos contra aquel delirio. Que, no lo quiera ocultar, fue también su delirio.