La burocracia no se crea ni se destruye, solo se transforma. Es la impresión que podemos extraer al comprobar la evolución del papeleo administrativo en los diferentes ámbitos del control estatal. Cuando parece que se van simplificando los trámites en la creación de empresas, en la declaración de la renta o en la Justicia, la educación va ampliando la burocracia a un ritmo inaudito. No hay profesor de Primaria o de Secundaria que no se queje de los farrajosos informes o cuestionarios a los que tiene que hacer frente en su labor diaria. Y es paradójico que se produzca cada vez con más intensidad cuando se van multiplicando las voces que advierten de la necesidad de mejorar la enseñanza, uno de los pilares sobre los que se asienta la sociedad, que sale tan mal parada en los test del informe PISA. Parece, con ello, que se dejan en un lugar secundario los contenidos, la didáctica y una buena clase de un gran docente. Todo hay que sistematizarlo, controlarlo hasta el más mínimo detalle. El papeleo sigue su presencia inmisericorde y va cambiando de ámbito.