Cuando hablamos de economistas pensamos en esas personas que han estudiado ciencias económicas o que están muy preparadas, pensamos en quienes aparecen en los diversos medios de comunicación hablando sobre las medidas económicas y a veces utilizan pizarras para que podamos entender mejor sus opiniones. Pero este artículo no sólo habla de ellos, sino también de nosotros, porque he llegado a la conclusión de que este sistema neoliberal, capitalista, nos ha hecho ver la realidad, pensar y actuar como si fuéramos economistas sin alma, sin remordimientos; otros, desde la indiferencia, y algunos más, delegando la responsabilidad en otras personas a quienes damos la categoría de entendidos o de las que aceptamos sus afirmaciones porque aparecen en los medios de comunicación, y ya sabemos que la frase «lo ha dicho la tele» es argumento probatorio de veracidad. Veamos algunas de estas realidades, que reflejan que actuamos como economistas sin alma.

Los ministros de finanzas del G20 ven la llegada de refugiados a Europa como una amenaza para la economía mundial, como una peligro para la mal llamada recuperación económica; en cambio, los diez millones de dólares al día en bombas que caen sobre la población siria son un dato que hace aumentar el PIB, por tanto, las riquezas de los países vendedores de armas, encuadrados precisamente en el G20. Estas bombas han causado 300.000 muertos, dos millones de heridos y la mitad de la población ha sido desplazada. Estas consecuencias dramáticas no son ninguna amenaza, lo son en la medida en que la gente huye quien tenga recursos económicos para ello a Europa buscando la paz y un trabajo. La OTAN va mandar una flota para evitar que puedan llegar a Europa. Economistas sin alma.

La directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, ha afirmado que el aumento de la esperanza de vida es una amenaza para la estabilidad financiera por los costes económicos. Como medidas proponen, quieren impone, que ser recorten en las pensiones y que las personas con dinero tengan una pensión privada, de las que son ofertadas por los bancos. Quien no tenga medios económicos tendrá que aceptar recortes en sus prestaciones sociales y sanitarias. ¿Qué consecuencias tendría? Que mucha gente mayor estaría condenada a morir antes por la falta de calidad de vida, por falta de alimentos adecuados, por la pobreza energética, por no poder comprar determinados medicamentos?Quieren que la gente mayor, nuestros mayores, mueran antes (ya está ocurriendo, es una eutanasia social) y dejen de ser un estorbo y un riesgo financiero; sólo se les contempla si son negocio para las pensiones privadas. En la actualidad, los bancos nos bombardean con estas ofertas de pensiones. Economistas sin alma.

Si hay una gran amenaza para las multinacionales y los Gobiernos corruptos son los Derechos Humanos, su exigencia y su cumplimiento. Cuando se provoca un golpe de Estado por las multinacionales y los Gobiernos del G20 y se derroca a un Gobierno legítimo y honesto, las acciones de estas multinacionales suben considerablemente, dando grandes dividendos. La Declaración Universal de los Derechos Humanos entra en confrontación contra estos economistas sin alma.

Nuestra economía se basa en producir mucha cantidad, rápidamente y que se venda en poco tiempo, con lo cual el planeta esta sobreexplotado, contaminado y en fase de un cambio climático que ya es irreversible, según muchos científicos. Proteger, conservar y regenerar el medio ambiente es una amenaza para este sistema productivo, aunque destruyamos el planeta y, por tanto, la vida, entre ella la vida humana. Economistas sin alma.

Todo esto sucede en el ámbito mundial, cuyos actores (élites financieras, económicas, políticas y militares) hacen del dinero un ídolo, idolatran al dinero, es el nuevo Dios que mueve el mundo. Sin dinero no hay vida. A través del dinero nos controlan y nos subyugan, es el medio de amedrentarnos y que respondamos desde la obediencia, la resignación, el fatalismo y la sumisión. Si queremos tener dinero necesitamos un trabajo que nos proporcione un salario y que éste nos permita vivir, el miedo a perderlo nos hace que aceptemos condiciones laborales indignas y que nos enfrentemos entre nosotros por un puesto de trabajo, renunciando a derechos, entre ellos a la huelga o la protesta o a la denuncia pública. Sin salario no tenemos dinero y estamos condenados a la pobreza y miseria. Economistas sin alma.

Esta estafa financiera, que ha provocado la crisis económica, se ha intentado solucionar a través de que los Estados asuman la deuda bancaria, recortando en sanidad, educación y política social. A esto, hay que añadir la reducción del déficit público. Estas dos cuestiones se tienen que realizar por imposición de la Comisión Europea, dominada por los neoliberales. En concreto, nuestro país modificó el artículo 135 de la Constitución para pagar la deuda de los bancos españoles como 'prioridad absoluta', aunque los españoles se mueran de hambre o no tengan educación o sanidad. En cambio, no se lucha contra la corrupción, que nos cuesta 87.000 millones de euros al año a los ciudadanos, según constatan las universidades y la Cámara Nacional de Mercados y Competencia. ¡Claro que hay dinero! Pero no para la gente, sino para los que son multimillonarios. Economistas sin alma.

Una dificultad importante es que estos economistas sin alma no sólo son las élites, sino que han conseguido que nosotros actuemos en la vida como tales. Por esto, mucha gente justifica la corrupción «hacen bien, yo haría lo mismo y tú cállate que harías lo mismo», vota a corruptos, muchos trabajadores votan a la derecha porque piensan que en la derecha están las personas que tienen el capital y que no podemos contrariarlos porque no nos darían trabajo, por tanto, un salario. A esto le unimos esa mentalidad del ¿para qué sirve? Desde esta concepción de economistas sin alma, utilizamos a las personas, usar y tirar, renunciamos a la utopía y a conseguir un mundo mejor, a trabajar por una sociedad donde la economía esté al servicio del bien común, por una sociedad ética fundamentada en los valores que emanan de Los Derechos Humanos.

Nos hemos convertido en economistas sin alma, y el mundo necesita personas que piensen, por ejemplo, en qué es más económico, si destruir el planeta o conservarlo. Personas que quieran que en cada país haya un Gobierno democrático que se respete los recursos naturales, que haya un comercio justo... Pero para esto tenemos que ser economistas con valores, principios e inteligentes; en el fondo, ser buena gente, con esperanza, justicia y dignidad. ¿Lo intentamos?