En contra del tópico, hay que tener vocación y ganas para dedicarse a la política. Que algunos, solos, en compañía de otros o en banda organizada, se hayan lucrado ilegalmente a costa de ella, es una excepción. La norma es la entrega al servicio público, la renuncia al ocio y a la familia, la pérdida de la intimidad, el inicio de un camino sin retorno que te cambia la vida. Como digo, en contra del tópico, porque lo que desde hace unos años se cuenta de los políticos es porquería, y se les mira con desprecio injusto.

Esta semana asistimos al debate de investidura a la presidencia del Gobierno de España, que Pedro Sánchez, del PSOE, se ha atrevido a afrontar. Es difícil que en la votación de hoy consiga ser investido, y ya veremos si en los dos próximos meses lo consiga y evita con ello la convocatoria de unas nuevas elecciones que nadie quiere, algunos menos que otros. Pero lo que sí ha conseguido Sánchez es elevar, sacar de la alcantarilla la actividad política, poner de relieve la importancia del debate, del diálogo y de la búsqueda de acuerdos en tiempos de minorías.

Todo ese esfuerzo, pase lo que pase, no será baldío. Muchos han vuelto a mirar con interés la actividad del Congreso de los Diputados, la dificultad de atender las distintas sensibilidad, la generosidad con la que deben ser tratadas todas estas cosas la cual el líder del PSOE ha convertido en uno de sus principales valores políticos. Generosidad a la hora de escuchar, hablar y aguantar determinadas actitudes que merecen el mayor de los desprecios.

Mientras tanto, un PP hundido en el donmarianismo no hacer nada salvo leer periódicos deportivos y en la corrupción generalizada, espera que el Jefe del Estado, es decir, el rey Felipe VI, vuelva a llamar al señor Rajoy para que consiga lo que se negó a conseguir cuando se le encargó por primera vez: ser investido presidente y formar Gobierno. Mal haría la Corona si se deja atrapar por las ambiciones peperas, dudo que lo haga, pues ya ha sufrido demasiado el desprecio de la derecha de este país.

Toca esperar a que los encargados de trabajar rematen todas las posibilidades para el acuerdo, para el Gobierno del cambio que reclama la gente. Y en el peor de los casos, volver a colocar las urnas y votar.

Pero no se habrá perdido el tiempo, se habrá aprendido y se habrá abierto la puerta a una nueva forma de hacer política, más compleja pero más justa.