Como últimamente no hay más que noticias judiciales, sigo con el derecho fuera de las horas llamadas de audiencia. Algunas de esas crónicas son terribles, que si corrupción, que si doy subvenciones y obras a cambio de dádivas, promesas o recompensas, que si lo que diga Urdangarin va a misa de doce, que si no me acuerdo de nada, que si como era tan prepotente/me merezco todo lo que me den y más, etc. Pero hay otras cosas que cómo no te las tomes con humor, es para temblar sobre la seguridad de este país. Me refiero, ya lo he hecho más de una vez, a ese Fran, Pequeño Nicolás, que por oral y con publicidad, primero en diversas entrevistas televisivas y después en un reality show más o menos culto (menos), ha dicho auténticas barbaridades. Lo malo es que deben ser verdad cuando nadie le pone una querella ni siquiera una demanda contra el honor. Se limitaron a una detención que puede traer consecuencias si el citado Nico se cabrea por Asuntos Internos, como si fuera un policía, lo que aún más me hace pensar que algo tendría que ver con el servicio de inteligencia. O no, quién sabe, pues puede ser todo un farol. Como cuando, según el fiscal, se hizo pasar por un enviado del rey emérito (el mismo que le llamaba su teléfono particular para pedirle ayuda para la infanta, sin que me conste que se haya planteado una denuncia o una demanda contra Fran por esa afirmación), y del Gobierno en un viaje a Ribadeo y no para comer fabada solamente. El ministerio fiscal le acusa por ese viaje, que fue en coche oficial, y con policías municipales de Madrid, parece ser, de un delito de usurpación de funciones, falsificación de documentos y cohecho. Claro que como va la Justicia de acelerada cuando Dios quiera nos enteraremos si es o no culpable, y si dice o no la verdad de tantas cosas que ha largado por su boca.

Y es que últimamente la acusación pública, salvo en el caso de la infanta, que claramente para ella, es inocente y por eso no se le acusa, supongo, se está empleando a fondo en cuestiones famosas, como los titiriteros y la libertad de expresión, las tarjetas black o la destrucción de discos de un ordenador que deberían hacer prueba en juicio ¿será por eso por lo que han desaparecido? Pero lo que más morbo me ha dado es que se está investigando si existió un delito de injurias a la Corona y otro conexo de ultrajes a los símbolos o emblemas nacionales cuando allá por el año pasado, el 30 de mayo, se pitó en el Camp Nou al himno nacional (igualito que en América del Norte, si no véase la Super Bowl), en el partido final de la Copa del Rey de fútbol, entre Barcelona y Atlético de Bilbao. El rey, impávido su ademán; los demás del palco con caras de circunstancias; Mas con media sonrisa, y el resto, o la mayoría de la ciudadanía española indignados e irritados. Falta de respeto cuanto menos, falta de educación seguro, pero delitos ya no lo sé porque como tenemos esa libertad de expresión que a veces permite casi todo, no me atrevo a pronunciarme en un sentido o en otro. Lo que sí tengo claro es que si yo soy Felipe hago como cuando éramos pequeños: cojo el balón, en este caso la copa, me la llevo y se acabó la historia. O dicho de otra manera, la copa se la llevo a mi Leonor, y ahí os quedáis con vuestro partido, vosotros solos sin necesidad de que pitéis a mi nación ni a mí.

Lo dicho, la pitada no será delito, pero que me irritó mucho. Menos mal que este año solo va a pitar la mitad.

Joaquín Ángel de Domingo Martínez