Reivindicando la importancia económica y sociobiológica de las aguas de transición. Ni más ni menos. Este es el lema que enmarca el VII Congreso Europeo de Lagunas Costeras que se está celebrando durante esta semana en Murcia. Interesante cita, máxime en una Región donde la geografía nos ha otorgado la fortuna, y también el reto, de disponer de una de las lagunas costeras más significativas de toda Europa: el Mar Menor.

Los estuarios, albuferas y lagunas costeras son ecosistemas únicos que aportan una gran cantidad de oportunidades tanto en el plano ambiental como en el económico. No hay tantas en Europa (sin duda la más conocida es la laguna de Venecia) y, además, son muy heterogéneas. Pero a pesar de su diversidad, comparten internacionalmente dos características: por un lado su extraordinario papel ecológico y territorial y, por otro, su condición de sistemas expuestos a muy diversas y potentes presiones humanas que amenazan con afectar críticamente su calidad y su biodiversidad.

Acuicultura, pesca, turismo o deporte son alguno de los sectores de actividad que se benefician de los positivos condicionantes de las lagunas costeras. De hecho los bienes y servicios que nos proveen estos ecosistemas son enormes (piensen sólo en la contribución del Mar Menor a nuestra economía y a nuestra calidad de vida) y los científicos están de acuerdo en que la participación de estos ecosistemas en asuntos clave como el mantenimientos de las pesquerías o la producción de hidrógeno a la atmósfera es infinitamente superior a la correspondiente proporción de superficie que estos ecosistemas ocupan.

De hecho los humedales en general, donde habría que situar a estas formaciones lagunares conectadas con el mar abierto, son indispensables por los innumerables beneficios o servicios ecosistémicos que brindan a la humanidad. Desde la pesca y el suministro de agua dulce indispensable para muchos países y regiones, al control de las crecidas en ríos conectados con zonas húmedas extensas, pasando por su funcionamiento como depuradoras naturales de agua, su papel en la recarga de aguas subterráneas y su contribución a la mitigación del cambio climático por la función de las masas de agua dulce como sumidero natural de carbono.

Sin embargo, a pesar de esta importancia, las zonas húmedas en todo el mundo se encuentran amenazadas. Según datos de la Convención Ramsar, desde 1900 el 64% de los humedales mundiales han desaparecido, y el futuro no es especialmente halagüeño a pesar de los esfuerzos internacionales hacia su conservación. Tras siglos en que los humedales han sido desecados activamente al ser considerados como lugares insalubres, sus principales amenazas actuales provienen de la conversión intensiva a la agricultura o la acuicultura, del desarrollo industrial, de los cambios hidrológicos artificiales inducidos en las zonas húmedas o de la degradación por medio de la explotación excesiva.

Buen trabajo, entonces, para los participantes en este Congreso Europeo de Lagunas Costeras, y ojalá que los llamamientos a la acción que provienen tanto de estos ámbitos científicos como de los cada vez más activos ámbitos sociales, resulten en políticas que de verdad contribuyan a la conservación y el mantenimiento del imprescindible papel que juegan estos ecosistemas.