-!Señor, tenemos un problema, señor!

Por dios, Gómez, le tengo dicho que no me grite, hombre.

Señor, disculpe, pero tenemos un problemilla, señor.

Vaaale. No pasa nada. Dime en qué juzgado ha caído y ya me hago cargo yo.

Señor, no se trata de eso, señor. Es algo mucho peor.

¿No es otro caso de corrupción que nos salpica?

Señor, no, señor. Se trata de su pueblo. De los murcianos de a pie, señor.

A ver, ¿qué le pasa a la plebe ahora?

Señor, es embarazoso de explicar.

Habla sin más, Gómez, que me estás poniendo la cabeza loca, por favor.

Pues? la cosa es? que la gente? se empeña en leer, señor.

¡Pero qué estás diciendo, soldado!

Señor, no me grite, señor.

A ver, infórmame.

Señor, ya se lo he dicho, señor. Cogen esas cosas, esos? libros. Con sus propias manos, señor. Y luego los abren y, ya sabe? miran lo que hay ahí escrito. Lo? lo leen, señor.

¡Por dios, Gómez, que acabo de almorzar!

Señor, perdóneme, señor.

Pero a ver? ¿acaso no hemos recortado todo lo recortable en educación?

Señor, hasta el hueso, señor.

¿Y no hemos mandado a su casa a miles de docentes?

Señor, y sin billete de vuelta, señor.

¿Y no hemos estrangulado todos los espacios culturales de base de la Región?

Señor, con una almohada en la cabeza, señor.

¿Y las bibliotecas? ¿No hemos recortado los horarios de apertura, y precarizado a los bibliotecarios, Gómez?

Señor, no les coge el teléfono ni Cofidis, señor.

Entonces, ¿qué más podemos hacer por esa gentuza? ¿Usted se da cuenta, qué desidia, qué ingratitud? Les ponemos una Nueva Condomina para pasearse hasta los domingos. Les pagamos las romerías, las procesiones, las sardinas, los añosantos, los moroicristianos. ¿Y ahí siguen, empeñados en sus libros y su cultura? Aquí hace falta algo drástico, Gómez. Son yonquis. Mano dura.

Señor, a sus órdenes, señor.

Primero: la biblioteca regional. A ver qué podemos hacer para recortarle más horas. Los sábados, por ejemplo.

Señor, sí, señor.

Luego, los clubes de lectura ésos. Funcionan demasiado bien. ¿Quién está organizándolos?

La gente de El Árbol Rojo, señor. Desde hace dieciséis años, señor.

¿Y cómo lo hacen?

Oh, muy bien, señor. Es decir: horrible, señor. 2.600 usuarios solo el último año, señor.

¿DOS MIL SEISCIENTOS? Ya los estás despachando, Gómez. Para ayer.

Susórdenes, señor.

Que parezca un concurso limpio. Como que nos preocupa el servicio. ¿Queda claro?

Transparente, señor.

Puede retirarse, Gómez.

Señor, sí, señor.