Suárez, Carrillo, Gutiérrez Mellado y Juan Carlos I lo tuvieron claro: El Estado no se toca. Defendieron con rapidez, decisión, eficacia y valentía la democracia y la libertad del pueblo español. Cada uno a su manera y desde el papel que le correspondía plantó cara a aquellos que pretendían acabar con la democracia pistola en mano.

Fue una noche larga, inquietante y fría en la que estos cuatro hombres junto a otros pocos representantes gubernamentales que estaban fuera del Parlamento y algunas que otras fuerzas sindicales, autonómicas y municipales, no dudaron en cumplir con su obligación, jugándose el tipo en el caso de los que estaban secuestrados en el Congreso para velar por los derechos e intereses de toda una nación.

Mucho se ha escrito y más se ha especulado con lo ocurrido aquel 23F dentro y fuera del Palacio de las Cortes. Ríos de tinta han corrido sobre las actuaciones heroicas de los retenidos en el Congreso, las frases y los enfrentamientos tensos que tuvieron lugar entre Suárez y Tejero y las conversaciones telefónicas que mantuvo Juan Carlos I, entonces rey de España, en las que como jefe supremo de las Fuerzas Armadas conminó a los militares a devolver los tanques a sus cuarteles y someterse al recién nacido orden constitucional.

He leído muchos artículos y libros, amén de haber visto por televisión reportajes especiales y documentales de una de las noches más largas de la democracia española. En algunos, los autores desmitifican las figuras de héroes de Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo como en el caso de la crónica de Javier Cercas, Anatomía de un instante, y en otros, como Secretos de la Transición, el autor, Abel Hernández, se lamenta preguntando qué ha sido del entusiasmo colectivo de aquella época o qué ha pasado con la clase política, tan respetada entonces, tan denigrada ahora. Al terminar de leer estos libros, una columna de un diario o finalizar un reportaje televisivo sobre el golpe, desde hace un par de años a esta parte siempre me pregunto lo mismo: ¿Qué fue de los periodistas? ¿Qué ha sido de las figuras de Rafael Luis Díaz, Mariano Revilla, Ángeles Afuera, Fernando Onega, Emilio Olavarrieta y otros periodistas anónimos que, apostados a las puertas de las Cortes, velaron durante horas para cumplir con su obligación?

Tal vez estoy equivocada, pero tengo la impresión de que la memoria del 23F es injusta con el papel que desempeñó el periodismo español a lo largo de la que fue una noche interminable.

No estaría de más recordar a la Cadena Ser como la única radio que pudo informar de lo que ocurría en el hemiciclo. A los técnicos que burlaron el control de los golpistas y con una línea de sonido permitieron que los españoles pudieran conocer todo lo que estaba sucediendo. A periodistas que gracias a un criterio sabio y acertado pudieron informar y al mismo tiempo evitar informaciones temerarias que podían avivar las llamas del golpe y desembocar en sucesos dramáticos.

De vez en cuando conviene recordar que un país sin información, nadando entre el desconcierto, los rumores y el desconocimiento también es peligroso y que, al igual que los diputados que permanecieron sentados en sus escaños, hubo periodistas que también permanecieron sentados frente a sus micrófonos negándose a 'tirar' el Estado al suelo.

Es importante en tiempos como estos ser conscientes del valor de nuestras libertades democráticas, agradecidos con los héroes del 23F, conocidos y desconocidos, y reflexionar sobre cómo en un momento trascendental de la historia de la democracia española unos pocos supieron combatir por la libertad con más libertad.