El alcalde de Cartagena se queja mucho del centralismo murciano. Es lógico, pues a esa creencia le debe su cargo. No sé si he llegado a leer (y ahora no localizo la fuente) unas declaraciones suyas en las que equiparaba la actuación capitalina de estos últimos treinta años a un bombardeo sobre la ciudad departamental. Se non è vero, è ben trovato (que podría haberlo dicho, vamos, aunque no sea cierto). Uno recuerda la primera Cartagena que conoció, la de 1991, la de las crisis industriales, las jeringuillas sueltas, la quema de la Asamblea, aquel Beirut. Y cuando hoy vuelve a Cartagena ve el bombardeo de millones que ha caído desde entonces. Ya quisiéramos los demás, en Yecla, en esa Lorca que cinco años después aún luce sus heridas, o en la Caravaca que ve llegar a los peregrinos por la mañana y marcharse al mediodía a comer, gastar y dormir en Murcia, haber sufrido el bombardeo de Cartagena. Pero así debe ser, sin embargo, si lo dice López. A los nacionalistas les pasa lo mismo en todas partes. Sólo que aquí olvidan, ignaros y demagogos, que el cantonalismo nunca fue un nacionalismo, sino todo lo contrario.

Lo que no sé es qué dice López sobre el desastre mayor de España, La Manga, que se produjo y planificó por cartageneros, cantonales y socialistas, durante la década de los ochenta, entonces sí, y hasta hoy, con la connivencia de los murcianos. Después, lo único que se hizo fue ahondar en la desvergüenza, el mal gusto, la horterada sublime que ha convertido la costa más bonita de España en un monumento a la rapiña y el ridículo. Aún recuerdo la maravillosa Cala del Pino, donde dormíamos al raso en 1977, y lo que encontré muchos años después: habían construido hasta en el último palmo de tierra, dejando unos poquitos árboles en el centro para disimular.

Hoy dicen que el Mar Menor está muerto. Es verdad que hace treinta años que llevo oyendo lo mismo, como que va a llegar el tren o vamos a tener un aeropuerto. Pero, me pregunto, desde mi ignorancia científica, ¿por qué, entonces, impedir Puerto Mayor? Es verdad que alrededor hay unas cuantas matas y una playa virgen, aunque hoy es de agua estancada. Seguramente allí anidan el escarabajo morado y el mosquito cebollero, pero ¿no se podrían sacrificar tan importantes matorrales para salvar el Mar Menor de las embarcaciones a motor? ¿No se podría, una vez construido Puerto Mayor, cerrar el Puerto Menor y reservarlo exclusivamente para veleros? Y no sólo en el Puerto Tomás Maestre, sino en todos los puertos deportivos del interior de la laguna. Los yates a motor, al Mediterráneo. Y, como en aquella preciosa película de Alexander Mackendrick, Viento en las velas para los navegantes verdaderos.