Lo lógico sería simpatizar con una filosofía, una ideología, un programa, antes que con la cabeza visible, pero no es así, acaso porque son más contingentes las ideas que las personas y preferimos votar por la cara al atamán, fiarnos de nuestra psicología. Pero hacen falta soberanos con carisma, o como le diría Unamuno a Roberto Corte, que lo entrevistó desde el más acá, necesitamos un almirante que abra ostras por persuasión, no con un cuchillo, metiéndolas en agua salada para que se crean en su elemento y esperar a que se abran cuando se sientan seguras; necesitamos un caporal capaz de embarcar cerdos, en lugar de a empellones hacia el camión, que son tan reacios, empujándolos hacia fuera para que se suban a base de recular. Según Ortega, en España para persuadir es menester antes seducir. No obstante, a mí ya se me pasó el arroz; tengo alma de solterón.