Cada día siento más simpatía por Mariano Rajoy. No por el presidente de Gobierno ausente e insensible por momentos hacia sus votantes naturales, ni por quien tan poco hace para que su partido supere esa imagen de inmovilismo ante la corrupción que carcome algunas de sus franquicias regionales. Siento simpatía por su personalidad melancólica, la del hombre que ha sido superado por las circunstancias, aunque capaz de liderar la reversión de la indigencia económica a la que estamos condenados cada vez que nos gobierna la izquierda. El mismo hombre que perdonó y no denunció (la conciencia y la Ley son cosas distintas, aunque la zanguanga Maestre y sus podemitas no lo sepan) a ese niñato intoxicado por la ´telecracia´ y la cultura del odio y futuro votante medio que le agredió en Pontevedra durante la última campaña electoral. Ni siquiera quiso que esto se utilizara contra el adversario político, lo que anticipa su bonhomía.

Al ciudadano Rajoy, Pontevedra debería tenerle como ejemplo de tolerancia y civismo. Sin embargo, el lunes 22 de febrero de 2016 el Pleno de ese Ayuntamiento le ha declarado ´persona non grata´ merced a una moción promovida por el PSOE gallego y por el Podemos local y apoyada por el Bloque Nacionalista Gallego. El motivo, la concesión por parte de la Demarcación de Costas del Estado de una prórroga de la concesión administrativa a la empresa Ence, la más importante en el término municipal, para que continúe su actividad industrial (fabricación de celulosa) junto a la ría, salvaguardando así cientos de empleos directos y otros miles indirectos, y con ello, el bienestar de los afectados por su cierre.

Y por supuesto que la actividad de la empresa puede ser sometida a consideración pública. Nadie es ajeno a la problemática ambiental que generan todas las empresas de carácter industrial. Sí, esas que hay que potenciar en detrimento de los servicios y la construcción. Pero lo que todavía no ha explicado el Consistorio pontevedrés es qué parámetros ambientales incumple la empresa a día de hoy. Ni de qué licencia o permiso carece. Es un paso más en la ideología del odio. Un pulso entre Administraciones resuelto con el intento de humillación pública al presidente del Gobierno en funciones. Si yo fuera Rajoy volvería a Pontevedra orgulloso de que esa rehala de ediles me distinguiera de esa forma. Ya se sabe que no ofende quien quiere sino quien puede. La rehala pontevedresa justifica el despropósito ´en nombre de la ciudadanía´, aunque sus efectos perjudiquen a una mayoría de ciudadanos.

Es el ejemplo que nos dan algunos de los que se han aupado al poder desde las últimas elecciones municipales y autonómicas. No sabemos qué problemas de los existentes han resuelto, pero sí aquellos nuevos que han creado, entre ellos, el de dividir y polarizar cada vez más a los españoles de toda clase y condición. Son los mismos ignorantes que llevan algunos años proclamando que quienes no piensan como ellos ´arderán como en el 36´. Por favor, que alguien les explique que aquello fue la causa de que otros como ellos tuvieran que salir corriendo en el 39. Y la mayoría no queremos eso. Otra vez no.