Plagio es, según la RAE, copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias. También, cuando nos basamos en una idea o frase de otro para escribir un trabajo nuevo y no citamos al autor de la idea.

Un primer pensamiento, según lo definido, me asalta al escribir esta columna: ¿estaré plagiando? Seguro que sí, ya que citaré frases, hechos o actuaciones que en algún momento habré leído, estudiado o incluso oído. Es lo que tiene el estar interesado por la cultura; por eso desde estas líneas pido disculpas a quien, al leerme, se vea identificado en alguna forma.

Por pura lógica si queremos tener argumentos convincentes a la hora de dialogar y, sobre todo, debatir, tenemos que evitar y combatir el plagio, porque es equivalente a negarnos a pensar por nosotros mismos, ya que es una actitud que retrasa el progreso del conocimiento personal y, por ende, colectivo. No es mi intención abundar en el plagio de artículos científicos, ni de tesis doctorales, ni, en definitiva, de trabajos universitarios. Quiero detenerme en el plagio que se da en el mundo de los escritores, en el mundillo literario. En cualquier caso, hay un comportamiento contrario a la ética porque, al tomar las ideas de otros y hacerlas pasar por nuestras, se las estamos robando a otros. El plagio, según esto, es una forma de hurto. Conlleva intención de mentir, de ocultar, de fingir. Ningún plagio es excusable, permitido o tolerable. Lo ético es cumplir bien con nuestro quehacer y reconocer a cada uno lo que es suyo, especialmente si es su creación.

Hay quienes, en algún modo, lo excusan. Un par de ejemplos: cuando acusaron a Alfredo Brye Echenique (escritor peruano) de haber plagiado artículos periodísticos varios, se defendió diciendo que «el plagio es una forma de halago». Saramago, al que acusaron de plagiar ¡Últimas noticias! de Teófilo Huerta Moreno (escritor y periodista mejicano) en su obra Las intermitencias de la muerte, declaró: «Si dos autores tratan el tema de la ausencia de la muerte, resulta inevitable que las situaciones se repitan en el relato y que las fórmulas en que las mismas se expresen tengan alguna semejanza».

Son muchos los casos que podemos citar. De las 270 páginas de Shimriti, del escritor argentino Jorge Bucay, sesenta fueron copiadas casi textualmente de La sabiduría recobrada, de la filósofa española Mónica Cavallé. Así lo hizo saber ella y Bucay reconoció la copia en su revista Mente Sana: «Un error absolutamente involuntario permitió que los textos de la profesora Mónica Cavallé fueron incluidos en Shimriti sin la correspondiente y merecida mención de su fuente», declaró Bucay. Todo quiso solucionarse por un simple error de entrecomillado, pero habría que plantearse hasta qué punto pertenece a un autor un texto con tantísima 'participación' de otro?

Vázquez Montalbán fue condenado en 1990 a pagar tres millones de pesetas, en concepto de perjuicio moral, al profesor de la Universidad de Murcia Ángel Luís Pujante por plagio de la traducción que éste había realizado de la obra de Shakespeare Julio César. Lo que descubrió el plagio fue el descuido en borrar las pistas: en la traducción de Vázquez Montalbán se reproducían las mismas omisiones que en la de Pujante. El caso sentó jurisprudencia en los derechos de los traductores sobre sus textos.

En autores que nos son más próximos tenemos 'supuestos' plagiadores y plagiados. Entre los primeros, dos perlas, Arturo Pérez Reverte y María Dueñas. Por dos veces Pérez Reverte ha sido objeto de acusaciones de plagio; no una, sino dos veces. En 2013 fue condenado a pagar, por un tribunal, 212.528,94 euros al cineasta Antonio González-Vigil por el plagio del guión de la película Gitan0. Recientemente fue acusado por la escritora mejicana Verónica Mugía de haber copiado casi literalmente el texto Un chucho mejicano que el escritor ha incluido en su libro Perros e hijos de perra (Alfaguara, 2014. pp. 35-39). Pérez Reverte lo reconoció y pidió disculpas. A María Dueñas se le ha acusado de haber plagiado, supuestamente, la obra Embassy y la inteligencia de Mambrú (Velecio Editores, 2003) de Patricia Martínez de Vicente, al escribir El tiempo entre costuras (Temas de Hoy, 2009). Otra sospecha sobrevuela sobre Misión Olvido? En este caso la autora 'homenajeada' es nuestra amiga Lola Gutiérrez y su novela Entre bahías.

Tres obras lleva publicadas Lola Gutiérrez; dos de ellas parece ser que han gustado? la anteriormente citada y a lo largo de 2015 ha sido punto de mira Playa de Poniente; diríamos en esta ocasión que el sistema ha sido el de basarse en una idea, y algo más, para escribir Lo que esconden las olas la autora Emma Lira. Muchas son las pistas que hay en el camino.