Puedo imaginar la angustia del agricultor de Cieza ante la impotencia de hacer frente a la malvada veleidad que la Naturaleza ha tenido a mal de producirse en medio de una feliz propuesta de riqueza y color. Toda una noche en vela y en vilo, atrapado por la inquietud, impotente para detener el siniestro descenso de la temperatura; conexión constante a través de los teléfonos móviles, tomas de decisión apresuradas para poner en marcha los artilugios de defensa; pacas y rastrojos quemados a toda prisa; ´pajaritos´ que tejen ´igloos´ salvadores desbordados e impotentes, ya fuera de sitio. Y nada, ni la eficaz tecnología ha podido rechazar este ataque natural. Ojalá que los ciezanos sean capaces de superar el trance y que, en estallido sublime de color, albaricoques, melocotones y nectarinas vuelvan retallar.