El pasado jueves la concejal del ayuntamiento de Madrid Rita Maestre declaró por lo ocurrido en la capilla de la Universidad Complutense en 2011 cuando acompañada de otras jóvenes irrumpió en la iglesia del campus coreando cánticos como «vamos a quemar la Conferencia Episcopal», «el papa no nos deja comernos las almejas», «menos rosarios y más bolas chinas» entre otras ofensas contra los feligreses allí presentes mientras rodeaban el altar y se quitaban las camisetas dejando sus torsos al descubierto. La portavoz del Ayuntamiento ha reiterado estar de acuerdo con esa forma de defender sus ideas en lo que considera una «protesta pacífica y legítima ante la presencia intolerable de una capilla en la universidad».

Desde la libertad que me proporciona el Estado social y democrático del país en el que tengo la suerte de vivir, donde todos los ciudadanos son libres e iguales y ninguna confesión tiene carácter estatal desde la aprobación de la Constitución de 1978, me gustaría dirigirme a la edil:

Estimada señora Maestre:

Intolerable no es la presencia de una capilla en un campus universitario. Libertad no es entrar violentamente en una iglesia o cualquier otro espacio sagrado como pueda ser una mezquita coaccionando y subordinando a los feligreses allí presentes con gestos y palabras ofensivas. Debería usted echar un vistazo al diccionario para comprobar la definición de dichas palabras, tan grandes e importantes.

Intolerable, insufrible o abominable es la extirpación de los labios mayores y menores y del clítoris que cientos de mujeres padecen en países de África, Oriente Medio y Europa. Una tradición que pasa de generación en generación y que pretende evitar el placer de la mujer en las relaciones sexuales, esas que tanto usted como yo tenemos la suerte de conocer y disfrutar. Ultrajante e inadmisible es, por ejemplo, el régimen talibán al que están sometidas las mujeres afganas en el que les está prohibido, entre otras cosas, reír en voz alta o se les obliga a llevar un velo largo que las cubre de pies a cabeza. Esas que usted y yo tenemos la suerte de conocer y desconocer.

Libertad no es exigir, es conceder; respetar el derecho a elegir lo que libremente se quiere creer, pensar y sentir. No consiste en aquello que dice «donde empieza la mía acaba la tuya». Todo lo contrario. Es la responsabilidad de tener el coraje y la generosidad de ejercer tu libertad, por difícil que ésta sea, en beneficio de que otros puedan caminar libremente por el lado correcto de la historia gracias a tu esfuerzo.

Por todo ello y dados los hechos de la capilla, imagino que usted deberá sentirse, a pesar de todo, aliviada con las leyes que conforman el derecho del país en el que vive. Lamentablemente, la canción para las mujeres afganas es bien distinta. Y concluyo aprovechando la ocasión que me brinda el ejercicio responsable de mi libertad de opinión para formularle un par de preguntas:

¿Irrumpiría usted en el haram de la Mezquita de la M30 para protestar de forma pacífica y legítima? ¿Corearía cánticos como «menos hiyab y más bolas chinas»? ¿Subiría las escaleras de acceso al minibar y se quitaría la camiseta quedándose en sujetador en la plataforma donde el imán sube para dar sus sermones?