Afectarán la desaceleración económica de los países emergentes, la caída de la Bolsa y la inestabilidad política española a la recuperación económica en la que estamos inmersos? Esa es la gran pregunta en estos turbulentos días. Y la respuesta, en mi opinión, es: sí, a medio plazo, aunque con algunos matices.

En el peor momento de la crisis los Bancos Centrales de Estados Unidos y Europa pusieron en marcha una política monetaria de tipos de interés bajos para reactivar la economía, movimiento que provocó la huida de los grandes capitales a los países emergentes en busca de mayor rentabilidad, y un incremento ´artificial´ de sus economías. El programa de subidas de tipos de interés iniciado por la Reserva Federal (una vez que su economía había alcanzado el pleno empleo) ha provocado la salida del capital de los países emergentes, deshinchando la burbuja de sus economías. Una crisis amplificada por la caída del precio del petróleo, del que dependen en gran medida y la desaceleración económica de China, que ha frenado su importación de materias primas. Este ´constipado´ de las economías emergentes genera incertidumbre, afecta negativamente a los Estados Unidos por efecto rebote y ha llevado a la Reserva Federal a replantearse futuras subidas de tipos de interés ¿Hasta cuándo podrán retrasar la corrección de esa burbuja? ¿Afectará a la economía mundial cuando se produzca? Es probable, porque la economía de los países emergentes pesa cada vez más en la economía mundial.

Por otro lado llevamos varios días con fuertes caídas bursátiles a nivel mundial, y aunque normalmente están alejadas de la economía real, este deterioro constante de los valores bancarios genera incertidumbre y puede estar anticipando una crisis financiera. Me explico. La política monetaria puesta en marcha por los Bancos Centrales para salir de la crisis ha llevado a unos tipos de interés muy bajos, incluso negativos, que hacen casi inviable el negocio bancario. Bancos de referencia mundial, como el Deutsche Bank y la Société Générale, están teniendo problemas porque la rentabilidad del dinero con el que actúan es inferior a lo que les cuesta conseguirlo. No se trata de un problema de solvencia, como ocurrió en la crisis anterior, sino de rentabilidad, aunque eso cambiará si persiste ¿Qué hacer ahora? No está claro. Una subida de los tipos de interés para ayudar a los bancos puede hacer crujir la economía real, pero una caída de los bancos tendría efectos igual de perniciosos para la economía.

Estas dos incertidumbres que pesan sobre la economía mundial se unen, en España, a la falta de un Gobierno estable que pueda afrontarlas. En este caso me gustaría distinguir dos componentes de esa incertidumbre. Por un lado, el mercado entiende como razonable un tiempo mínimo necesario para formar Gobierno, si todos aquellos que participan en las negociaciones quieren seguir adelante con la construcción europea y están de acuerdo con el marco institucional que nos hemos dado entre todos. Pero la incertidumbre surge cuando alguno de los partidos políticos hace planteamientos económicos disruptivos. Los diferentes interlocutores han puesto sobre la mesa sus condiciones para posibles pactos de Gobierno, todas ellas cargadas de buenas intenciones, pero la mayoría exigen una negociación previa con Bruselas y suponen un incremento de gasto público e impuestos. Aumento que puede hacer peligrar el crecimiento económico que hemos recuperado, que es constante, aunque con un elevado endeudamiento del sector público.

Yo estoy convencido de que la política es un bien común. Creo que en estos complicados momentos de triple incertidumbre se necesitan políticos con responsabilidad social y económica que busquen un pacto de Estado entre los que desean nuestra pertenencia, como una unidad, a Europa. Un acuerdo que ataje la corrupción que les separa de la sociedad y establezca la política económica necesaria para apuntalar las bases de un crecimiento económico más equilibrado.