A las huestes de Rivera sólo les falta irse a vivir con la tropa de Sánchez. Pese a pasarse el día juntos no parece que a los primeros la idea les haga tilín del todo. Es más, hasta que cambie, la historia apunta a que, en el caso de alcanzar una entente, no entrarían a formar parte de un futuro Gobierno comandado por el pesoe y ni siquiera los cuarenta naranjitos votarían la candidatura en curso, sino que se abstendrían. En cambio, Iglesias ya le ha dado cerrado al aspirante hasta el embajador en Washington. Y, a poco que se descuide, vuelve a montar ante las cámaras otro chou con su basca y le da el nombre del presentador del telediario de La 1. No, no sería el de Antonio García Ferreras. Pablo no es tonto y prefiere contar con los dos.

Gobierno no tenemos aunque esto no es de ahora, pero cómo nos lo están haciendo pasar. Lo que deben venir disfrutando las diferentes almas que habitan en el más que centenario enjambre socialista. Aunque el Día de Andalucía es el 28, este domingo se desplaza la presidenta hasta Valencia para celebrarlo con Ximo Puig. ¡A bailar, a bailar! Desde luego es un no parar. A estas alturas no se sabe si hay más interés entre el público porque cuadre la suma o porque Podemos escenifique el fin de la función que debe tener preparado. No creo que dé para que confluyan sendas puestas en escena, pero esto es España y cualquiera sabe. Ya se adelantó Catalunya, protagonizado por los que apuestan por dejar de ser cañí, con ese pacto salao que según los anticapitalistas jamás iban a propiciar.

Y esta semana, Margallo y Pablo Iglesias, dentro de una supuesta confluencia literaria, se han dedicado elogios a tutiplén. No sé. Yo no digo que si Pedro se pone... Pablo vaya... Y que si al final el único obstáculo a salvar fuese Rajoy, Soraya y Margallo estén por... En absoluto. Pero es que salen las cuentas.