Qué pueden tener en común los problemas habituales que nos encontramos en nuestra vida y una sandía? Sí, esa que nos refresca y endulza el paladar, sobre todo en verano.

Antes de reflexionar o de tomar perspectiva del problema con el que nos encontramos, con carácter de urgencia nos llevamos las manos a la cabeza y damos rienda suelta a nuestras emociones que, al no gestionarlas de manera efectiva, nos producen un malestar normal y habitual; «¡menudo problema!».

Y pregunto, ¿cómo nos comemos una sandía?, ¿cuántas veces tenemos que cortarla o trocearla para poder hacerla más pequeña y consumirla? Todos sabemos que es prácticamente imposible ingerir una sandía a bocados sin utilizar alguna herramienta que haga más fácil su manipulación.

Cuando nos ponen esa hermosa fruta delante de nuestras narices no damos por hecho que es imposible comerla, ya sabemos lo que tenemos que hacer. ¿Ocurre lo mismo con nuestros problemas o con objetivos que nos marcamos? Lo primero es pensar que son complicados, difíciles de solucionar y que siempre entorpecen nuestra vida.

Reiteradamente, le damos más importancia a los problemas de la que tienen, ya que damos por hecho que son ´más grandes´ que la posible solución que podamos obtener. Por ello, troceemos los problemas, hagámoslos más pequeños, así podremos manejarlos muchísimo mejor y nuestra perspectiva cambiará automáticamente.

Analizaremos, cuestionaremos, planearemos y€ haremos todo lo necesario para abordar lo que esté a nuestro alcance. Recuerda que, aun teniendo la sandía troceada, la comes bocado a bocado€ saboréala y disfrútala. Cada paso, por pequeño que sea, y que suponga un cambio o avance en tu vida, debe ser reconocido por ti como algo importante. No dejes pasar la oportunidad para ´disfrutar del camino´; ya sea solucionando un problema que a priori parecía muy complejo o abordando un objetivo que tenías entre ceja y ceja y que creías que era inalcanzable.