Cobrar sin ocupar el puesto que te corresponde es el sueño de casi todos los mortales, un privilegio para unos pocos elegidos y una forma de vida para más de un jeta. Estoy segura de que las empresas tienen en cuenta en el cálculo de pérdidas anuales a este tipo de defraudadores infiltrados en la plantilla, ya que aunque sea por estadística ninguna casa queda libre de fantasmas nominales.

Pero lo de Cádiz? Es como el sempiterno ejemplo de hecho noticiable que le ponen a un proyecto de periodista el primer día de clase. Que un perro muerda a un señor no es noticia, es de lo más común, pasa todos los días y por docenas; sin embargo, si es el susodicho señor es el que muerde al perro, como sucedió hace unos días, pues el periodista tiene un caso entre manos con hueco asegurado en la sección de sucesos. Todo esto trasladado al consistorio gaditano viene a significar que de defraudadores estamos todos ya más que saturados, pero que todo un equipo de funcionarios, con sus jefes y sus cotillas hiciera mutis ante la ausencia con sueldo de uno de sus compañeros durante la friolera de ocho años merece no sólo un reportaje a fondo sino un guión adaptado por Fernando León de Aranoa y dirigido por Daniel Guzmán.

Taquillazo seguro, o tal vez no, pues visto cómo se las gastan últimamente con algunas manifestaciones culturales lo mismo se queda en 'querellazo'. Primero los títeres madrileños, ahora el Padre Nuestro tuneado de la poetisa catalana Dolors Miquel. Por no hablar del patinazo goyesco de Dani Rovira. La cultura no se inventó para agradar a nadie, sino para expresar, denunciar, elevar, subrayar, entre otros. Una obra que agrade a todos suele carecer de fondo e ir sobrada de forma. Sin duda que a muchos creyentes les habrá dolido profundamente escuchar los versos de Mare Nostra, al tiempo que a muchas mujeres ignoradas, apaleadas e injustamente olvidadas les habrá dado algo de aliento en su infinita lucha. Lo mismo alguna hasta se casó por la Iglesia. ¿Es el lugar y momento elegidos los menos apropiados? Imagino que, como todo artista, Dolors Miquel buscaría la máxima difusión de su obra, por lo que el escenario, el ayuntamiento de Barcelona, era perfecto. Visto desde el prisma de asistentes y ciudadanos católicos, fue nefasto.

Yo, que entiendo muy bien tanto a detractores como a defensores de la manifestación cultural, les confesaré que cada día me importan menos la formas y mucho más los contenidos. Admiro la valentía de la poetisa, y prefiero quedarme con la reivindicación feminista pretendida que con el insulto supuesto.