Acabo de leer una carta que escribió Asunción Balaguer a Paco Rabal para San Valentín, en 2014, y no puedo evitar emocionarme. Quizás sea la sangre aguileña que corre por mis venas -gracias a mi abuelo- lo que hace que todo lo que suene a Paco Rabal me produzca escalofríos y me entre cierta melancolía. Me recuerda a los años más felices de mi vida, los veranos en la playa, la estación y el Barrio Virgen de los Dolores. A mi abuelo, yendo a comprarle paquetes de BN y escuchando lo que decía, la casa llena de mi familia, mis amigos... Hubiera pagado lo que fuera por haberme tomado un whisky junto con mi abuelo y Paco Rabal, en Calabardina, junto al mar. El mismo que me tomaría ahora con ella, con Asunción, escuchándola contar trápalas de su admirado y amado Paco, que pese a las mil perrerías que pudo cometer, ella le perdonaba porque era más grande el amor que le profesaba que otra cosa. Será la edad, pero creo que me estoy volviendo un poco ñoño, ¡joder!