Últimamente cada vez escucho a más personas clamar frases tipo «vivíamos mejor sin Internet» o «es una lata contarlo todo en Facebook y que los demás se enteren de lo que haces». Y siempre me pregunto de qué se quejan. Quejarte de algo que puede ser cambiado por ti mismo es simplemente estúpido. Porque hoy, 2016, es lícito seguir escribiendo tu diario en papel y guardarlo bajo llave y bajo el colchón. De veras, no está prohibido, como no es obligatorio publicar tus pensamientos, emociones y sentires en una red social. Si te desagrada que amigos, conocidos y vecinos sepan cómo te sientes, qué has hecho este fin de semana, qué opinas sobre un conflicto mundial o una polémica social, la solución está a un clic y en tu mano: no lo exhibas. El caso es que los mismos que te dicen que «vivíamos mejor sin Internet», luego alegan que «ya no se puede vivir sin Internet». Mentira. «Hay que usarlo para el trabajo». Posiblemente. Como otros usan una sierra radial o un tractor en sus empleos, y luego no se los llevan a sus casas. Tú eliges.