Me ha pillado el temporal. Los cambios estos de temperatura que tenéis los del sur no hay quien los encaje. Y cuando estás resfriado -he caído...- apetece pillar manta y ponerte una peli de las de pensar poco y diálagos asimilados de punto a punto. Así que el sábado tiré por la ventana todos los principios cinéfilos de los que me gusta alardear para caer rendido por enésima vez en las desventuras del teniente John McClane. Y qué queréis que os diga, cada vez tengo más claro que Jungla de Cristal -y más concretamente la tercera- es la piedra angular del cine moderno (?). En esta saga, Bruce Willis es el primer hombre de acción que recibe más galletas de las que propina, que rehúsa quitarse la camiseta para enseñar abdominales -nadie ha puesto tan en boga las camisetas interiores blancas de tirantes como él-, que aguanta con el mismo atuendo roñoso de todo el filme y cuya historia de amor brilla por su estrepitoso fracaso. La cinta es prácticamente una parodia de sí misma; y si encima me ponen a Samuel L. Jackson de compañero, apaga y vámonos. En definitiva, la ópera prima del séptimo arte. Y si no os he convencido, yo por lo menos he limpiado mi conciencia.