Ynosotros que nos las prometíamos tan felices en el convencimiento de que todo había terminado el 20 de diciembre. Mucho me temo que hace unos días se abrió la precampaña electoral que nos llevará a las puertas del verano en un estancamiento que va a pagar caro este país con la convocatoria de nuevas elecciones. Una de las predicciones económicas sobre España que leí el mes pasado anunciaba la creación para este año de unos 400.000 empleos, si el Gobierno se mecía en las aguas de la estabilidad operativa; sin embargo, esa cifra se reducía a la mitad si había nuevas elecciones. Ahí tenemos parte de lo que tendremos que pagar ante el fracaso en la formación de un Ejecutivo estable. Ojalá me equivoque en mis presagios pero, qué quieren que les diga, si los cuatro principales actores de esta farsa insisten una y otra vez en que no quieren nuevos comicios, hay que concluir lo contrario. Son ellos los que nos han enseñado a interpretar su lenguaje de recovecos y mentiras, son los políticos los únicos capaces de sostener una afirmación y su opuesta sin que les traicione un mohín en su rostro que descubra el engaño. Si a esto sumamos que, a ojos de sus votantes, todos tienen ya la excusa perfecta si la negociación abierta por el socialista Pedro Sánchez para formar Gobierno fracasa, la ecuación está resuelta. Todos podrán echar la culpa a los demás en el paroxismo del soliloquio «son todos unos egoístas que solo piensan en ellos, menos yo, que solo pienso en mí». La red de incompatibilidades que están tejiendo los cuatro actores principales del, por desgracia para todos, sainete en el que se han instalado se antoja insalvable en este momento.

Pedro Sánchez, el valiente, es sobre quien descansa el protagonismo de la obra y, aunque hace de la necesidad obligación, sus primeros pasos dibujan un panorama túrbido y una negociación complejísima. Albert Rivera, el negociador, necesitaría 20 diputados más para disponer de la fuerza que aparenta, pero es el que más solvencia proyecta para intentar el imposible de poner en solfa a socialistas y populares. Mariano Rajoy, el anodino, dejó pasar su oportunidad por estar abocada al fracaso, pero aún no ha dicho su última palabra, ya que él sí tiene los suficientes diputados en el Congreso como para representar la fortaleza que posee. Y finalmente, Pablo Iglesias, 'el vicepresidente', ya ha dejado claro que la precampaña ha comenzado. El último CIS -aún no recogiendo el paso atrás de Rajoy y el paso adelante de Sánchez- avala que PP y Podemos estén en plena batalla a favor del fracaso del PSOE y la convocatoria de nuevas elecciones. Los socialistas también entienden que la decisión audaz de Sánchez, aun naufragando, les presentaría ante los próximos comicios como los únicos que lo intentaron, algo a lo que también se podrían aferrar los de Ciudadanos. Por el momento, y cincuenta días después de nuestra última cita con las urnas, vayan sumando la no creación de 550 puestos de trabajo al día para saber cuánto nos costará no tener Gobierno.