Fijo que ustedes conocen a más de una persona que vale muchísimo y no lo sabe. Alguien que se machaca a sí misma por la estúpida razón, principalmente, de que otro ser humano (¡simplemente un ser humano!) no sea capaz de ver las virtudes y bondades que ella tiene. A mí me pasa con mi mejor amiga. Es una mujer maravillosa: no sólo es inteligente, tierna, buena persona, ingeniosa, bellísima por dentro y por fuera. De su boca puede salir tanto un sesudo análisis de política nacional como un post de Terelu. Te hace reír, y la risa salva. El caso es que no se da cuenta. Y se flagela por ello. El viejo truco de la mente de «si X no me quiere, no voy a quererme yo». Que otra persona, por la razón que sea, no repare en lo que vales, no te convierte en alguien inválido. Además, todo es reversible. Incluso que no te vean, que no te quieran o que no te abracen es reversible. Díganselo a sus amigos cuando les pillen en un renuncio. Ella, que confió en mí cuando ni yo misma confiaba en mí, que no me dejó nunca sola, se merece que de vez en cuando me ponga cursi. Ayer le dije que hoy leyese estas líneas. A ver si así, por escrito, no se le olvida nunca.