Llevo unos días pensando, como consecuencia de una presentación reciente, si hoy día tiene sentido presentar en público un libro que acaba de ver la luz. ¿Le interesa realmente a alguien?

Hace años, cuando no existían las redes sociales actuales, era la forma idónea de dar a conocer una obra recién publicada y una manera de comenzar la difusión de la misma. Alrededor del autor nos agrupábamos ávidos de conocer al neonato y de paso llevarnos la dedicatoria del padre. Pero hoy, la mayoría de las veces, lo sabemos casi todo del nuevo libro antes de tenerlo en nuestras manos.

Por otra parte es posible que no interesen mucho las presentaciones por la forma y manera de realizarlas. El que esto escribe ha protagonizado, como conductor y como espectador, puestas de largo de diversa índole: como conductor he llegado a estar solo con el autor y he padecido la situación totalmente contrapuesta tal es estar con el salón correspondiente hasta la bandera y puertas cerradas para que no entrase nadie más, quedando público en la calle. Lógicamente lo normal es el intermedio? más bien tirando a pocos asistentes. Como espectador he presenciado de todo: muy buenas intervenciones, regulares, malas y pedorras. Casi siempre no por el autor sino por el acompañante. Por ejemplo: presentación de una hora de duración en la que el presentador habla durante 55 minutos de la bueno que es y lo bien que hace las reseñas y yo, yo y yo y venga botafumeiro sobre su persona y los últimos cinco minutos finales dejó que el autor saludara. Si vas a una presentación en esa forma se te quitan las ganas de asistir a la próxima.

Otra cuestión es el lugar en el que se va a desarrollar el evento? En Cartagena, últimamente, se han elegido un par de iglesias, que por lo menos, obligan al recogimiento y atención. Propugno por la imaginación y darle la vuelta al calcetín; hay que hacerlas próximas, simpáticas, atrayentes e interactivas. No limitarnos únicamente al libro sino hacerlo extensible al autor para que los asistentes hagan tertulia y conozcan más y mejor al protagonista de la velada.

Si el autor es muy conocido, un primer espada, la concurrencia está garantizada (más por el autógrafo y la foto, menos por la obra); en este punto me hago una pregunta: «¿Asistiría el personal si se cobrase una entrada?». Si no es tan conocido o novel hay que aderezar el acto con complementos atrayentes o no acude ni el gato. Elegir un local donde además de acompañar al autor y comprar el libro, por un poco más nos tomemos una cerveza o un café. En fin, cada uno debe de poner de su cosecha ideas renovadoras? Se me ocurre: sortear un ejemplar entres los asistentes; si alguien ha leído ya la obra, invitarlo a copresentar; establecer un diálogo con el público asistente (esto se va imponiendo cada vez más)? No sé, seguro que cada uno tendrá una idea. Muy interesantes son aquellas presentaciones en las que interviene algún actor que da vida a algún personaje e interactúa con autor y presentador. Démosle vuelta a la cabeza para intentar que estos actos sean punteros y referentes culturales.

Eso sí, cuando un autor haga promoción y acudan familiares, amigos y vecinos, que éstos no revienten el acto hablando, molestando con sus actitudes a los que realmente sí están interesados. Al ser muy próximos al homenajeado la gran mayoría no saben muy bien qué hacen ahí. Sean amigos o enemigos del escritor, por favor, guarden el respeto que se merece quien intenta dar a conocer el fruto de muchas horas de trabajo.

No debemos perder la ocasión de juntarnos, las personas que sean, con el autor y su libro y, hayamos leído o no la obra, charlemos con él y le preguntemos de todo: cómo escribe, cuándo escribe, si tiene o no manías a la hora de hacerlo, por qué escribe, qué lee? lo que se nos ocurra. Por otro lado busquemos esas ideas que se dan por supuestas en una presentación y pensemos qué pasaría si, en lugar de cumplirse, se hiciesen las cosas de otra forma distinta. No aceptemos los límites impuestos e intentemos ir más allá. ¡Pero siempre presentemos en sociedad al recién impreso!