Después de hacer un curso acelerado en Derecho Mercantil y herencias y haber intentado imaginar todos los posibles escenarios de lo que va a pasar con el Real Murcia seguimos con el alma en vilo, exactamente igual que en aquel instante en el que Enric Cuxart buscaba en el aire, tras un salto espectacular y un escorzo digno del cabeceador platónico del fútbol, el gol en el Municipal de Figueras, en el play off de ascenso en la temporada 1999-2000. Que a nadie le extrañe que al final la solución sea algo que nadie había imaginado, que este equipo parece moverse en los despachos dependiendo de la misma fortuna con la que un balón termina en un poste o dentro de la portería, aunque al final, siempre sale al campo a competir.

Igual que un partido se puede ganar sólo por la confianza de un campo lleno, toda esta vorágine de la herencia estará más cerca de terminar con un gol como el de Pepe Aguilar en Granada, si sigue funcionando la operación Reencuentro, el hilo conductor imprescindible en fútbol: la ilusión. Una ilusión que este año se ha convertido en confianza y unidad. Un Reencuentro que siempre ha estado en marcha, pero que sólo suele activarse cuando subimos a Primera. Y aquí, justo aquí, está la clave de todo. Este Reencuentro es la oportunidad perdida, una vez más.

El apoyo ahora es determinante para que todas las piezas de este nuevo puzzle que tenemos encima de la mesa encajen de una vez por todas, porque entre esas piezas siguen estando algunas de las que no han encajado nunca, y de las que la ciudad de Murcia, y gran parte de la Región, es dueña y señora. No sólo es el turno de los empresarios€ Ni siquiera de la gente que hay dejándose la piel para buscar un futuro al Real Murcia, como la asociación de accionistas minoritarios Arca Grana o la propia Fepemur. Con todo esto tenemos mucho, pero tendríamos todo, absolutamente todo, con el Reencuentro de todos los que vendrían si mañana subiéramos a Primera, que siguen ahí; que están ahí, que todos los lunes saben cómo ha quedado el Real Murcia, y que han cantado gol, gol, gol al unísono en el viejo marcador de La Condomina en los ochenta, y que se les iluninan los ojos contando partidos memorables de los que siempre serán sus ídolos pimentoneros.

De aquí a un Real Murcia con cuentas en inglés y chino en redes sociales, con oportunidades de negocio y promoción a nivel mundial, con una proyección de cantera y trabajo de base, con un sueño cumplido y pasar a ser ejemplo para otros, sólo hay tiempo. Porque entre las piezas que ahora están esperando encajar están las de una ciudad con potencial, identidad y capacidades para todo. Hay una nueva oportunidad para mirar al futuro, también. Y no podemos sacar esas piezas del juego cuando todo está por empezar otra vez. Y esta mañana juega El Murcia. El tuyo. El de todos. El que está renaciendo y quiere que lo acune su ciudad como un niño recién nacido, más que nada en el mundo.

Vale.