A Concha, con todo mi cariño

Era Semana Santa, y bien entrada la noche (las 1,15) le llamaron al móvil. «Don Miguel, en el piso de arriba del mío hay un gato maullando dos días y no me deja dormir. Y los dueños están de viaje». Contestación: «Señora, dígame su nombre y la dirección que los servicios municipales van a solucionarlo en cuanto puedan». Quien se proponía solucionar el problema era el alcalde de Lorca, Miguel Navarro Molina. Y yo era un testigo asombrado de aquella operación.

Pero es precisamente ahora, en estos días tristes por el fallecimiento de mi amigo, que vengo a recordar algunas ideas pronunciadas y que he podido leer en relación con algún acto de homenaje que se pretende hacer en su memoria. Me sumo a esa iniciativa sobre todo por el merecimiento que él tiene desde que hace años tomó la decisión de entrar en la política.

Nadie duda ya de que Miguel Navarro ha sido un político de raza, de esos que nacen cada cuarenta o cincuenta años, desde que, cercano a aquel grupo de socialistas que reconstruyera en la el PSOE en la Región de Murcia e hicieran crecer a la UGT en los últimos años de clandestinidad y hasta la restauración democrática (Ángel Álvarez Castellanos, Andrés Hernández Ros, Juan Manuel Cañizares, Fernando Valderrama, Pedro Antonio Mira Lacal, José Plana, María Antonia Martínez o José Miguel Hernández), se afilió al partido y al sindicato en 1976 y poco a poco incide en estas organizaciones, y con los militantes lorquinos, con un modelo de trabajo muy potente en busca de un crecimiento significativo.

Empeñado después, como secretario general de la agrupación del PSRM de Lorca, en la idea de que se convirtiera en fuerza reivindicativa y de cambio ilusionante, se sumaron al proyecto agentes importantes de las fuerza del trabajo, ya que el mismo Miguel Navarro era conocedor de los problemas de la ciudad porque con la UGT ya había ganado, una tras otra, las elecciones sindicales. También se acercaron a este movimiento reivindicativo y de progreso sectores funcionariales e intelectuales así como pequeños y medianos empresarios. Todo esto se hizo de forma paulatina pero perseverante.

El proyecto era el de penetrar, con personas comprometidas, en los tejidos productivos y socio-culturales de Lorca, cuestión esta muy importante para quien pronto sería su alcalde que, además, tenía muy claro que, desde la cercanía y el diálogo con los ciudadanos y con todas y cada una de las organizaciones sociales, se podría establecer un pacto a través de un programa electoral duradero que entendiera que Lorca participaba en su entorno geopolítico como capital subregional. En este sentido se pontenciaría un eje territorial de economía diversificada, que arrancando del epicentro en Lorca, tomaba asiento en la cuenca del Guadalentín y mantenía su influencia también en la comarca de los Vélez y la cuenca del Almanzora, tal y como explicó en su libro Lorca, capital subregional el catedrático de universidad Horacio Capel.

Tuvo la suerte Miguel de encontrarse con hombres tan íntegros como trabajadores con los que llegó a crecer su liderazgo, de tal forma que incluso al día siguiente de su retirada de la política ya se le echaba en falta. Y es ahora cuando más lo echaremos de menos, cuando no podremos obtener de él alguna reflexión que tenga relación con aquel desarrollo integral que había concebido para Lorca, y que llevó a cabo. Porque Miguel tenía a Lorca en su cabeza, a todo el territorio lorquino, y porque gobernando él sabíamos que su representación era no sólo política, sino humana; de una humanidad y capacidad de trabajo inusitadas porque era así, un político grande, de los que nacen cada cuarenta años, un político que vivía en un modelo de respeto y convivencia.

Y nosotros, los lorquinos, tuvimos la suerte de haber dispuesto de un alcalde ejemplar, de un humanismo difícilmente encontrado en la política, que no fue nunca rencoroso porque era un hombre bueno y honesto, de una capacidad de entrega total, que hizo, no sólo del ayuntamiento de Lorca, sino de la Asamblea Regional cuando fue su presidente, lugares menos burocráticos y mucho más cercanos, porque abrió las puertas a la sociedad que él representaba. Honor y gloria, por tanto, a la noble y ejemplar tarea histórica de este político de raza tan querido por Lorca.

Y es, por esto, que estoy seguro de que la hidalguía de sus paisanos le rendirá, más pronto que tarde, un homenaje popular que sea tan memorable como él lo será siempre para nosotros.