Todos hemos soñado alguna vez que nuestro mundo, nuestro pequeño mundo, era un espacio y un tiempo donde la gente podía saborear la vida, vivirla con hondura, con cierta serenidad, donde cada uno tuviéramos un trabajo que nos permitiera vivir con alguna tranquilidad y seguridad, un trabajo del cual nos pudiéramos sentir orgullosos, porque a la misma vez que nos realizábamos, contribuiríamos a mejorar la sociedad y el planeta. Aún recuerdo que mi generación nos queríamos comer el mundo y teníamos pocas preguntas y muchas respuestas, éramos algo rebeldes con muchas dosis de utopía. Me comentaba hace tiempo un buen amigo que, con el paso del tiempo, el mundo nos ha comido y yo le añadía que ahora tenemos muchas preguntas y pocas respuestas. ¡Cómo nos cambia la vida!

Tal vez porque nuestro corazón y nuestra mente supo conjugar el yo y el tú en el nosotros, ese nosotros que significa no dejar nadie atrás, ayudarle a levantarse si caía y darle ánimos si flaqueaba. Ser ciudadano del mundo, queriendo lo local, era un sentimiento que nos hacía ver la realidad desde nuestro lugar, pero mirando al horizonte. No quiero idealizar, porque también había guerras, violencias, codicia, avaricia, manipulación, mentiras? Cada momento de la historia ha tenido sus sombras y sus luces.

Tal vez llegue algún día en que despertemos y volvamos a soñar con los ojos abiertos, esbozando una sonrisa, con las manos abiertas para el abrazo, la acaricia, el apretón de manos y que nuestros pies se encaminen hacia lo que todo el mundo queremos, un mundo donde la libertad, la justicia, la paz y la dignidad sean pilares de nuestra existencia. Si preguntáramos a cualquiera, persona de a pie, político, banquero, gente de izquierda, gente de derecha... si quiere la paz o la guerra, la libertad o la opresión, la justicia o la injusticia, la dignidad o pisotear al ser humano, respondería: «Por supuesto, la paz, la libertad, la justicia y la dignidad». Hasta algunos dirían: «Me ofende con ese tipo de pregunta». Si todo el mundo queremos esto y lo decimos tan claramente ¿Por qué hay tantos conflictos bélicos? ¿Por qué hay más opresión que libertad? ¿Por qué la justicia social se ha cambiado por la desigualdad social? ¿Por qué la dignidad humana se transforma en legitimación de la violación de los Derechos Humanos?

Estamos cansados de discursos, de palabras, de homilías, de documentos preciosos, sobre todo de la ONU, que nos hablan de intencionalidad de lo que se pretende y vemos año tras año que esos discursos son estrategias de publicidad para crear una imagen ficticia, sabiendo que lo que realmente se va a defender y a realizar es lo contrario. Cuando se dice que vamos a luchar contra el hambre en el mundo, se está diciendo que se va aumentar el hambre en el mundo para engordar las cuentas corrientes de los ricos. Cuando se dice que vamos a defender la libertad, se está diciendo que van a producirse recortes en derechos fundamentales. Cuando se dice que vamos a trabajar por una cultura de la paz, se está diciendo que van a aumentar los presupuestos de armamento. Cuando se dice que vamos a crear trabajo digno y estable, se está diciendo que se va a abaratar el despido y van a empeorar las condiciones laborales.

Tal vez todo esto se produzca porque educamos para la violencia, la insolidaridad, la obediencia y la resignación, para quejarnos sin movilizarnos, en el individualismo, en sálvese quien pueda, en creer más en la suerte que en la justicia.

Tal vez todo esto se produzca porque nos han enseñado y hemos aprendido que el ser humano es malo por naturaleza, que las persona de al lado es mi enemigo, con el cual tengo que competir y ha de ganar el mejor. La proliferación de programas competitivos, de cocina, de música, de conocimientos? responde e la creación de esa mentalidad. Pero, además se contraponen entre los enriquecidos y los empobrecidos, de tal manera que se tiene una consideración negativa de los desfavorecidos socialmente. Los que pierden su vivienda por desahucios es porque han vivido por encima de sus posibilidades, los parados son gandules que no quieren trabajar y se han conformado con las prestaciones sociales, que, por cierto, han desaparecido muchas de ellas, los pequeños autónomos son defraudadores por no declarar el IVA, el trabajador que echa alguna hora sin contrato para poder llevar algún cartón de leche a sus hijos es otro defraudador, los refugiados son terroristas en potencia, los inmigrantes son delincuentes.

Tal vez llegue algún día donde las personas nos demos cuenta de que estamos llamados y convocados a construir un mundo en que el ser humano sea capaz de encontrarse con los otros seres humanos creando una relación de encuentro, diálogo y fraternidad. Tal vez llegue algún día en que las armas callen definitivamente y el grito de dolor por la pérdida de seres humanos por culpa de la violencia se apague definitivamente. Tal vez personajes como Hitler, Franco, Stalin, Reagan, Putin, Pinochet, Margaret Thatcher, Juan Pablo II sean un recuerdo, de los cuales aprendamos que la bondad debe primar sobre la maldad.

Tal vez llegue algún día en que la persona sea lo primero, donde podamos vivir con alegría y esperanza, donde el dinero sea un mero medio para vivir y no un fin, donde la gente nos podamos mirar con confianza, sin recelo ni miedo.

Pero, mientras llega ese 'tal vez', algunos dirán eso no llegará nunca y tal vez lleven razón, tenemos que darle a las palabras vida y algo que es muy importante, nuestra credibilidad no la dan los discursos y la utilización perfecta del lenguaje, incluido el vocabulario, sino la coherencia. Tal vez la coherencia sea la llave de la transformación social, no podemos defender grandes ideales, sin que nuestra vida cotidiana sea expresión de esos valores que emanan de esos ideales, reconociendo que como personas tenemos contradicciones. La coherencia es la clave para subvertir la historia.