Hasta el 20 de febrero, entre la Luna y el horizonte terrestre, se puede contemplar si se esmeran un fenómeno inusual: cinco planetas alineados que se distinguirán a simple vista, sin binoculares ni telescopios. Ya sé que el espectáculo nos circunda a diario y que no es necesario irse tan lejos, ¿pero y lo bien que debe sentar situarse un buen rato a años luz?

Sobre unos 45 minutos antes de amanecer, Mercurio, Venus, Saturno, Marte y Júpiter aparecerán en fila para que nos deleitemos con la visión, siempre que las condiciones climáticas lo permitan. No sólo Pekín ni Madrid, donde las capas de polución impiden saber a veces con quién acabas de cruzarte, sino que las zonas urbanas en general están prácticamente vetadas al acceso de este tipo de experiencias. Para los que escapen de ellas, señalar que Venus será el más brillante en el horizonte y, el más apagado, Marte. Esto no resta interés al acontecimiento puesto que, de marcianos, estamos hasta la coronilla. Pero como ni el espacio se libra de los líos del montepío, ha bastado que la mayoría absoluta del Sistema Solar se haga visible de esta manera tan ordenadita para que los analistas hayan captado la irrupción de un planeta nueve que tendría diez veces a masa de la Tierra. Aunque los observadores aseguran que estamos ante un caso único, queda por dictaminar si a lo detectado se le puede llamar planeta ya que no lo sería en caso de haber dejado sin limpiar su órbita de otros cuerpos. Tipo grupúsculos terrenales, vamos.

Bueno, ahora que ya está claro que nos encontramos en disposición de observar a los grandes planetas del sistema sin tener que recurrir a artificio alguno, sólo nos queda descubrir qué va a pasar aquí abajo con nuestros satélites y cuántas rondas su sucederán antes de que se alineen. Ahí quiero ver a los astrónomos.