Mineros, campesinos y pescadores, durante siglos, han contribuido en estas tierras a la creación de un rico y variado folclore que parece estar renaciendo y nos ofrece, sin duda, un amplio abanico de gratos momentos, actividades hermosas y, a la vez, divertidas. Basta comprobar como cada año se crean nuevos encuentros de cuadrillas o se recuperan algunas desaparecidas, como se está haciendo en la diputación de La Magdalena.

Esperanzador es observar que, pese al poder de la wii y de los móviles, de nuevo los niños y los jóvenes se van incorporando a estas músicas, bailes, escuelas del trovo y otras manifestaciones que durante siglos han constituido lo más genuino, hondo y popular de la cultura de nuestro entorno. La gente demanda cada vez más la recuperación de historias, cuentos, leyendas, romances o canciones de tradición oral autóctona. Ahora, sin duda, hay que llevar esto a la escuela.

Recordaba Federico Casal, cronista de Cartagena, en su libro Estudio literario del folklore cartagenero, que la palabra 'folclore' la acuñó un arqueólogo inglés en 1848, Williams Toms, para hacer referencia a los usos, costumbres, tradiciones, músicas, bailes, juegos, cuentos, leyendas y supersticiones de los pueblos. Lo de arqueólogo y los avatares de la actual vida tecnológica, no tiene que confundirnos pensando que el folclore sea una realidad del pasado. El folclore está conformado por las manifestaciones vitales actuales de cualquier comunidad, siendo una realidad del pueblo que hunde sus raíces en la tradición, pero que permanece viva.

Casal incluye apuntes históricos, a la vez que habla de las fiestas religiosas-populares patrocinadas por el Concejo de Cartagena, de las romerías, fiestas populares, juegos infantiles, peleas de gallos, vendedores ambulantes, tipos populares, troveros, bailes, etc. Nos dice el cronista que es evidente «que la diversión más popular de los cartageneros eran los bailes. Desde el siglo XVIII poseemos datos fidedignos de los millares de permisos concedidos por la municipalidad a entidades para la celebración de los bailes llamados 'de candil'? Existían lo que hoy llamamos academias de baile y las había de dos categorías. En unas se bailaban la pavana, redova, rigodones y minués; en las otras, la cachucha, el bolero, el zapateado, el fandango, las parrandas, seguidilla y jota valenciana».

Desde entonces hasta este renacer del folclore en la Región y en nuestra comarca, han sido muchos los investigadores y recuperadores de nuestro legado folclórico que han hecho que las nuevas generaciones puedan conocer esta riqueza que hemos de valorar con orgullo, promover y, sobre todo, disfrutar. Valga como botón de muestra la labor de los Congresos Nacionales de Etnografía organizados por la Liga Rural del Campo de Cartagena y de su presidente José Sánchez, uno de los cuatro cronistas oficiales de Cartagena, o los trabajos de Juan Lanzón, Génesis García, Juan Ruipérez, Antonio Martínez, etc. De esta manera, nuestra comarca se pone a la par del camino recorrido en la Región por colectivos como Etnomurcia, Festivales y encuentros como La Fiesta de las Cuadrillas de Barranda o músicos y folcloristas como Tomás García, Emilio del Carmelo Tomás, Manuel Luna o el gran Luis Federico Viudes.

En el mantenimiento de los grupos folclóricos destacan pueblos como Fuente Álamo, Los Alcázares, Torre Pacheco o La Palma, que sobresale con su grupo 'Ciudad de Cartagena', la Casa Museo del Folclore, el Café Cantante y la organización del Festival de Folclore. Han recuperado la música, las canciones, los bailes, la vestimenta y hasta la gastronomía de la zona y del Levante. Encomiable la labor de sus maestros y directivos, como Pedro Antonio Gómez, cuyo grupo va llevando con pasión, orgullo y fiesta la cultura tradicional que tenemos que seguir conociendo y cantando.