Permítanme que en esta columna os tutee. Es necesario para darle el empaque necesario al grito de atención que la misma pretende ser. Y que conste que en la versión original se añadía un exabrupto malsonante. Pero mi madre me reconvino y yo siempre hago caso a mi madre. En fin. No sabéis lo que tenéis. ¿Qué tenemos? Tenéis un país que es una maravilla. Eso es lo que tenéis. He pasado un mes de vacaciones entre vosotros. Cuando esto se publique ya me habré vuelto a mi trabajo más allá de la mar océana y esas cosas. O sea, donde Cristo dio las tres voces. Lejos que te rulas. Pero, durante unas semanas, volví a casa. Y vive Dios que la disfruté tanto como ahora la añoro.

Yo os conozco. Sé cómo sois. El español es quejica por naturaleza. Siempre se está quejando de todo. Del Gobierno. De la economía. Del tiempo. Del fútbol. De absolutamente todo. Nunca está contento y, como tan bien viera el buen Larra hace ya casi dos siglos, es experto en empezar las frases con la expresión «en este país?». Y nunca para decir algo positivo. Cualquiera que os oyera llegaría a la conclusión de que vivís en el infierno y que la única diferencia entre vuestro entorno y las calderas de Pepe Botero es que en el primero no siempre hace calor, pues de vuestros lamentos se extrae que en ocasiones hace mucho frío, o llueve una barbaridad, o la sequía os acogota, o todo al mismo tiempo. Pero jamás algo bueno. Nunca estáis contentos y si se encuentra a dos de vosotros que piensen lo mismo sobre cualquier cosa, seguro que uno nos engaña y en realidad es extranjero.

El español nace, vive y muere convencido de que le ha tocado en suerte un país de pandereta donde todos roban, nadie respeta la ley, no hay quien valore el esfuerzo y el trabajo y, además, todos menos él conducen fatal. Camina meditabundo por las calles barruntando cómo es posible que sus vecinos sean tan ruidosos, que sus compañeros de trabajo tengan tan pocas luces, que su jefe sean tan incapaz y que a su mujer no haya dios que la aguante. Está seguro que todo va mal y que aquí no se puede vivir y si no se larga es porque, total, ya tiene la vida hecha y no es cuestión de buscar aventuras porque ya se sabe que más vale malo conocido que bueno por conocer.

Sin embargo, nada salvo el error vive en semejantes ideas. El problema del español es que ha viajado poco y, cuando lo ha hecho, o bien se ha movido por Europa o, fuera de Europa, lo ha hecho por complejos vacacionales ya en América, ya en Asia, que no le han dejado percibir muy bien qué es lo que hay ahí fuera.

Y lo que hay es algo que te hace darte cuenta que sí, que en España muchas cosas van mal. Muchas podrían ir mejor. Y muchas dan ganas de pegarle una patada a algo (o a alguien). Pero ya quisieran fuera tener lo que tenemos aquí. Y, creedme, no es mero chovinismo. Es la triste realidad a la que se enfrenta el que ya no vive aquí y que vuelve sólo por vacaciones.

Los ejemplos son tantos como se desee. Recientemente escribía en estas mismas páginas un artículo en el que indicaba que el nivel de civilización de una sociedad puede medirse por detalles como la forma de conducir, el respeto al silencio ajeno y si se llenan o no los propios clientes sus bolsas en el supermercado. Bueno, esas tres cosas, por muy sorprendente que le resulte a muchos compatriotas, en España funcionan y funcionan bien. En las ciudades los coches suelen respetar los pasos de cebra, los vecinos acostumbran a respetar el silencio ajeno y la gente se llena las bolsas en los supermercados. Es que en mi edificio montan una fiesta cada dos por tres. Hay de todo, por supuesto. Tampoco somos Dinamarca. Ni Dinamarca es siempre Dinamarca. Pero en verdad os digo que si lo de aquí os parece falta de respeto al silencio ajeno o mala conducción, deberíais salir un poco a pasear por ahí fuera en vez de quejaros tanto. ¿Creéis que aquí hay corrupción? No os digo que os vayáis a otros continentes (donde no hay ni orden ni concierto), sino que aquí mismo en Europa os comparéis con otros países tan cercanos como Italia o Portugal. Un amigo me decía hace tiempo que efectivamente en España se roba mucho, pero al menos se construyen las cosas. En su país se roba igual, pero no se construye nada.

En España, a poco que tengas un trabajo mínimamente decente, se vive de vicio. Lo digo como lo siento. Y no tanto porque se tenga más o menos dinero. Sino por la propia forma de ser del español. De la necesidad que tenemos de socializar, de salir a la calle, de disfrutar de la vida. Esa forma de ser que sólo los mediterráneos tenemos y que los españoles hemos interiorizado tan bien. Ese carácter que hace que este sea el único país del mundo donde las abuelas y los abuelos no sólo viven tanto como en Japón, sino que los ves por la calle arreglados ellos, maquilladas ellas y paseando por doquier entre saludos y sonrisas. Eso, aunque os sorprenda, sólo pasa aquí.

¿Que la comida esta cara? Iros donde yo vivo. ¿Qué hay delincuencia? Permitid que me ría en vuestra cara. Un ejemplo. La terrible, vergonzosa y horrible violencia machista. En España en el año recién acabado fueron asesinadas unas sesenta mujeres. Donde yo vivo más de mil doscientas. Cuatro al día. ¿Violencia en España? Sí, puede ser. Pero, ¿comparado con qué? El verdadero problema del español no es que no sepa lo que tiene, es que no tiene ni idea de lo que tienen los demás.