La historia de la patrona de Valladolises y Lo Jurado está envuelta aún en misterio, leyendas y textos no encontrados. Toda una investigación histórica, que continúa estando viva, ya que van apareciendo día a día datos y documentos muy diversos. Lo que sí sabemos es que el culto a la Virgen de la Candelaria en Valladolises se aleja en el tiempo, pues se conoce su antigüedad más allá del siglo XIX hasta nuestros días. Una talla de vestir, del escultor Salzillo presidía el Altar Mayor de la recoleta y bella ermita y posteriormente iglesia rectoral de Valladolises, hasta el año 1936. Las mayordomas se encargaban cada año de vestirla, engalanarla con sus mejores prendas, de embellecerla para las Fiestas Mayores en el mes de febrero.

Pero la Guerra Civil truncó el día a día de este pueblo, ya que una sinrazón acabó con la imagen venerada durante siglos, la Virgen de la Candelaria. El templo fue incendiado, junto con todos sus enseres y tesoros, y las imágenes de San José, Santa Rita, Santa María, el Corazón de Jesús, Nuestra Señora de los Dolores, los altares, el Armonium, etc., todo valorado en 90.000 pesetas.

Terminada la Guerra Civil, uno de los grandes sueños de los vecinos y vecinas de Valladolises era reconstruir su amada iglesia y devolver a su lugar a su patrona. Para ello, una gran comisión se encargó de recolectar dinero y, tres personas de la misma, de solicitar la talla de una nueva imagen de la Candelaria. Enrique Meroño Martínez, su hijo Antonio Meroño Osete y Antonio Vidal Vera (suegro de Jesualdo García López) fueron los artífices de la adquisición de la nueva imagen de la patrona. Antonio Vidal, que residía en Barcelona, concertó con un escultor de Sitges la ejecución de la obra y su pago entres los tres hombres citados.

A principios del año 1941, y en un camión, llegó al pueblo una caja de enormes dimensiones con la talla de la patrona, que fue depositada en la casa de Enrique Meroño, en las afueras de Valladolises, muy cerca de Cabecico del Rey.

Las grandes tablas del cajón, que transportaron a la Virgen fueron separadas y pulidas por el carpintero Antonio 'Jacinto', junto con la ayuda de su hijo Antonio 'el Gafas', realizando un nuevo confesionario, en sustitución del incendiado al inicio de la guerra. Se organizaron unas grandes fiestas, desde el 24 de enero al 4 de febrero de 1941. La Jefatura Local de Falange de Cartagena puso a disposición del pueblo de Valladolises la banda de música de la Cruz Roja, sin cobrar ni una peseta, actuando los días 2, 3 y 4 de febrero; sólo los vecinos les dieron comida y alojamiento. El maestro solicitó al Gobernador Civil el envío de géneros, como aceite y harina, por las grandes miserias que padecía Valladolises en estos años de la posguerra; sus 870 habitantes vieron mitigado su hambre, pues el Gobernador Civil accedió a la petición. Novenarios, tracas y cohetes, conciertos musicales, funciones religiosas celebradas por el párroco de Valladolises, don Pedro Martínez Conesa, puja de la pareja de tórtolas, rifa de la tortada, cucaña valenciana, corridas de sacos y baile popular, fueron todos los actos organizados en esos 12 días de grandes festejos.

Hoy, 75 años después de este gran hito histórico, los habitantes, los vecinos, residentes y llegados de otras tierras, los visitantes, conmemoramos tan magno acontecimiento, y damos las gracias a esos vecinos y vecinas, que con tantas penurias, con tanto dolor y llanto, con tanto ahínco sacaron adelante su pueblo, su iglesia y su patrona, la Virgen de la Candelaria, que hoy continúa presidiendo el Altar Mayor y las vidas de los hombres y mujeres de Valladolises, y dando su protección cada minuto de nuestras vidas.