Verán ustedes, he estado varias veces en el Congreso de los Diputados y puedo decirles que es un lugar que impone, que te impresiona. En la televisión, las tomas de las cámaras no reflejan realmente lo que es ese lugar, lo que ves cuando entras por uno de sus accesos laterales, y es debido al punto de vista que tienen los que filman: desde el último piso. Sin embargo, tú lo ves a ras de suelo, y la tribuna de oradores está bastante alta, y la presidencia más aún, o sea que te sientes algo pequeño ahí abajo. Luego, el salón de plenos dispone de unos cuatrocientos asientos, sumando a los de los diputados los de la tribuna de invitados, todos puestos allí en ese semicírculo, un poco como cosa de circo romano. Es un sitio más grande de lo que aparenta en las imágenes que vemos y bastante impresionante, a mi juicio.

Lo que observé el miércoles en la tele no me recordaba para nada mis experiencias en ese lugar. Todo parecía menos solemne, menos grandioso, y, en algunos momentos tuve la impresión de que estaba ante un espectáculo televisivo, algún tipo de reality show de esos que se hacen con una pareja en pelotas, o con un grupo de descerebrados reunidos en una casa diciendo majaderías de día y de noche. Por las pintas que llevaban algunos de los personajes, por las formas de actuar de otros, cualquiera de ellos podría haber sido uno de esos que van a la tele en busca de una tía, o de un tío, para tener sexo con ellos, o que acuden para contar la vida de su novio, que es famoso, aunque él o ella no lo sean.

Las escenas aisladas que nos mostraban tampoco eran moco de pavo. Había un bebé que dio mucho juego. Lo mismo lo tenía su madre dándole el pecho que lo cogía un líder y lo zarandeaba un poco. Personalmente, a mí me pareció bien que una mujer se lleve al chiquillo al trabajo y lo tenga allí porque le sale de las narices, pero estaba claro que eso iba a traer consigo que las cámaras estuvieran pendientes de él, así que no sé si lo llevó por una cosa o por la otra. Y tampoco sé si el líder lo cogía porque le gustan los críos o porque esa acción tenía una foto segura. Por otro lado, disponiendo de una guardería infantil en el Congreso, tener al bebé en el salón de plenos no me pareció muy sano para él. Aunque no se fume, cuatrocientas personas expeliendo gases - me refiero a la respiración, pero también a otros que pueden escapársele a cualquiera - más los sudores naturales -ochocientas axilas y otras partes sudorosas - creo que es mucho gas para el nene, por más aire acondicionado que tenga el lugar. Tantos cuerpos expelen mucho gas, oiga.

Siguiendo con las escenas de esta película, las promesas o juramentos también tuvieron tela que cortar: que si uno prometía con el brazo en el alto, que si el otro, o la otra, más que prometer espetaba, o disparaba su promesa, con un papel en la mano porque no había memorizado bien la barbaridad que quería decir, o con un gesto de odio en su rostro que daba miedo. Abrazos hubo un ciento y besos los conté por miles. Una de estas muestras de afecto llegó a puntos de amor enloquecido y salvaje en el abrazo que se dieron Pablo Iglesias y el Sr. Monedero. Que hasta lloraron como niños y uno le dio un beso al otro en la mano y no había manera de despegar esos jóvenes cuerpos.

Por otro lado, las caras de Rajoy que nos fueron mostradas en las imágenes eran un auténtico poema. Siendo una expresión suya habitual la de: «Joder, qué tropa», me lo imaginaba continuamente diciéndola, para sí, o en voz alta. Hubo un momento en el que pasó por delante de él el diputado ese de las rastas en el pelo y dio la impresión de que había visto un marciano, tal fue la estupefacción que mostraba su poco agraciado rostro.

De no perdérsela fue la actuación del ex militante del PP Pedro Gómez de la Serna, investigado por corrupción: el de las comisiones millonarias. Escondido detrás de una columna, con el teléfono móvil como único compañero de infortunio, se movía como una rata que busca los rincones para que el gato no la descubra.

Puede ser que, si esta dura legislatura dura, tengamos tardes de gloria: nuevos numeritos que observar, escenas matritenses, entremeses de los habladores, venganzas de don Mendo: «En vano pretendo marqués de Moncada saber las razones que aquí os han traído?»

*Lo siento, me parece que no dice así.