Tener hijos se está convirtiendo en un lujo que muchas parejas y personas solas a conciencia pero con ganas de clonarse no pueden permitirse. Dejando a un lado la cada vez mayor necesidad de acudir a un centro especializado en reproducción humana, que se lleva un pico por obrar el milagro que la naturaleza nos ha robado, la muralla sigue levantada, como desde hace tantos años, frente a la adaptación del mercado laboral a esa gratificante pero dura primera etapa que se recorre al llamar a la cigüeña.

Ayer pudimos ver a una diputada de Podemos estrenar su escaño con su bebé en brazos. Sin que importen las siglas políticas (una diputada del PSOE hico lo mismo en 2012), el gesto es de agradecer, ya que los niños menores de tres años (y más allá) parecen ser un estorbo en según qué contextos. Al lector le gustaría decirme, sin lugar a dudas, que ir a operar con el bebé en brazos sería harto complicado, dada la manía que tienen todos los churumbeles de coger, estrujar y arrancar todo lo que les queda cerca de las manitas. No quisiera yo defender mi causa hasta tales extremos, pero sí subrayar que en este civilizado mundo en el que vivimos una mujer con hijos o con voluntad de procrear es para las empresas lo que un huevo con salmonella en un restaurante: un peligro a evitar. Seguimos anclados en la excusa de que la incorporación de la mujer al mercado laboral tiene que cargarse irremediablemente en la cuenta tiempo-calidad que les robamos a nuestros hijos por querer ser tan egoístas como para ganar dinero por nosotras mismas. ¿Y la madre soltera? Que se joda por desviarse del modelo familiar católico-apostólico.

A Bescansa le han llovido más críticas que aplausos, prueba irrefutable de que esto que les digo es una verdad como un templo. Cierto es que muchas de ellas están construidas únicamente sobre la mera razón de la ideología que defiende esta joven madre. Pueden comprobarlo leyendo los comentarios que han dejado los ciudadanos ante esta noticia en cualquiera de los medios nacionales. Seguimos a años luz de respetar el derecho a ser padres y madres (ya hablo como un político), a trillones de años de favorecer un entorno familiar saludable en el que no falte tiempo que dedicar a la tan de moda (por suerte) inteligencia emocional de nuestros hijos, y a unos pocos más de dejar atrás un modelo económico que es tan insostenible como egoísta e inhumano. Otro modelo de sociedad es posible, pero para ello hay que creerse primero que es mejor vivir en sociedad que coexistir a costa de ella.