La vida sigue teniendo gracia por la capacidad de sorpresa. Al igual que las novelas previsibles aburren, y las series de televisión en las que enseguida se intuye quién es el asesino son soporíferas, con una vida pasa lo mismo. Imaginen una película en la que no pase nada. En la que, durante hora y media, se nos muestre el día a día idílico de una persona a la que le va todo bien. Se levanta, va al trabajo, saluda a su vecino, acaricia a su perro, no sufre el mínimo revés. Y así día tras día. Una persona que subsiste sin sobresaltos, una persona que no echa de menos a nadie. Reivindiquen su derecho a echar de menos, porque sólo así luego abrazarán de verdad. ¿Habrá algo más terrible que la desgracia de que no pase nada? No den lugar a que en la serie de televisión de sus vidas no pase nada. Den pávulo a las sorpresas. Y, si no vienen solas, sorpréndanse a sí mismos con un viaje repentino, con una velada sublime inesperada, con el Cometa Catalina, que lo tenemos encima. Y buena. Porque, si no es buena, no es una sorpresa. Esperamos acontecimientos...