Ante la proliferación de nombres con que se bautizan los pagos e impuestos, desde antiguo los habladores de estos lugares llegaron a la conclusión de que era necesario adoptar un término genérico que diera título a todo el memorial de pagos y de cargas que, como un verdadero agravio, ha de soportar el sufrido contribuyente. Y he aquí que hallaron el vocablo pagamenta, variante del un tanto neutro y soso pagamento, con el que meter en el mismo saco a todos los pagos que nos vienen regularmente, ya sean los recibos de servicios (luz, agua, basura), ya se trate de impuestos, arbitrios, tributos, contribuciones, aranceles y tasas de las distintas administraciones públicas. Este vocablo femenino, reforzado casi siempre con el intensivo tantas „«No podemos ya con tanta pagamenta»„ o dicho en plural „«El Ayuntamiento no para de inventar nuevas pagamentas»„ da cuenta fidedigna, no solo de los innumerables cargas que los paganos hemos de soportar, sino que traduce la mala gana del afectado ante lo excesivo e injusto de tales obligaciones. Aunque, como en otros casos, no iremos más allá del leve pataleo que nuestro pagamenta deja entrever.