La de años que hacía que un Gaspar no se apellidaba López, habría podido apellidarse Barreiro la tira de años más, que veinte años daban para hacer irreconocible apellido nuevo en cualquier situación, aunque no haya nada que aburra más a la magia que la monotonía.

Cuando uno vuelve la vista atrás y piensa que sólo tres alcaldes tuvieron la oportunidad de ser Gaspar desde 1991, Alonso, Barreiro y López, entiende eso de que la capacidad de soportar el sufrimiento de la especie humana es casi ilimitado y no nos explicamos cómo hemos podido dejar perder las dosis de novedad, expectación y buen rollo que nos están sirviendo en bandeja los nuevos recién llegados.

Estaría bien que fuese de obligatorio cumplimiento para los que mandan ejercer de reyes magos al menos una vez por legislatura porque si ya de por sí es bueno ser rey no me digan que además ser mago no tiene su punto Grey, mandar sobre todo y manejar la magia semiocultos detrás de esas caretas de generosidad ilimitada cargada de empacho caramelizado que siempre tienen los tres disfrazados de este lado de occidente. Claro que la cosa tiene contraindicaciones porque la magia nunca funciona para uno mismo si antes no se ha derrochado sobre los demás, seguramente por eso a algunos políticos, aunque vayan de magos, se les acaba viendo el truco, o si no, miren hacia cualquier parte donde los votos han generado estos platos de diseño con cocina de autor hasta llegar a prostituir palabras como libertad, igualdad y fraternidad y convertir el laicismo en chirigota, que decía un amigo.

Madrid o Valencia han sido ejemplos de lo que dan de sí los votos para poner contentos a caballos y ocas al prohibir su aparición en el desfile y eliminarles por prescripción legislativa el estrés que a su vez ha sido cedido transversalmente a los vips de palco cuasi inútil que se las han visto a codazo limpio para pillar cacho de cabalgata futurista. Es el cambio que está llegando el que incrementa el consumo de tranquilizantes a unos y desubica a otros para enmedio dejar a 800 niños sin participar como castigo irremediable a la elección de colegio de sus padres y eso sí que es solidaridad bien gestionada, como cuando se nos ha dejado a nosotros sin dinero por elegirles equivocadamente a ellos.

La tuneladora que se ha puesto en marcha este año con el asunto de las magas, de la laicidad, de la rebelión contra la tradición que mezcla la no-religiosidad con el folklore de mal gusto, acabará teniendo su justificación histórica, porque a ver quién dejaría entrar hoy en su casa a tres tipos, venidos de oriente, sin papeles, con esas pintas, tres cajas que a saber qué llevan dentro y montados en tres camellos, así que no queda otra que transmutar y manejar en modo experto la alquimia que magistralmente dominaban aquellos Magos de Oriente para convertir el plomo en oro o el carbón en incienso y mirra de modo que a partir de ahora nos entrenemos para entendernos con todas las partes, con magos que no lo son, magas que tampoco, -porque aquí no hay discriminación por razón de sexo-, y cortesanos que no tienen claro qué va a pasar mientras jalean al grito de no habéis entendido nada.

Pero tranquilos que ya ha pasado la navidad, el no-estrés de las ocas, el cabreo de los vips y las cabalgatas futuristas o del siglo XVI y de nuevo la calabaza vuelve a emerger irremediable en el lugar que ocuparon las carrozas, tan dispares, como irrenunciable para cada parte es lo propio y nula la capacidad para aceptar, e incluso apoyar, lo del otro. Todo ha sido un reflejo de lo que estamos siendo y viviendo, ahora es la calabaza la que nos iguala a todos, a magas y magos a concejales y concejalas, a alcaldes y alcaldesas, a vips y a ocas y todos ellos tienen la oportunidad de hacer sin trucos y durante un año la magia para la que realmente fueron convocados.