Muchos de ustedes seguro que están leyendo estas líneas saboreando un café, un trozo de roscón o cualquier otro dulce navideño y oyendo cómo los más pequeños de la casa flipan con los regalos que Melchor, Gaspar y Baltasar les han dejado en sus casas durante la pasada madrugada. Es una pena que estén dedicándole más tiempo a este trocito de pensamiento que a degustar esa alegría tan infantil, tan inocente, tan añorada cuando uno entiende las malas noticias y le van recortando la sonrisa poco a poco hasta que la mueca apenas varía. Les propongo una cosa. Cierren este periódico al menos diez minutos. La tinta seguirá contándoles la información del mundo durante todo el día. Acábense el café, que por experiencia propia sé que es fundamental en un día como hoy. Apuren el dulce, que mañana toca gimnasio y dediquen un tiempo a los suyos. Miren esas caras de felicidad, de ilusión, de magia. Esas bocas abiertas ante los paquetes con papeles navideños y de dibujos animados junto al árbol o en cualquier parte del salón, que ya ha quedado pequeño.

Disfruten del día y no pierdan la magia.

Mañana volverá a despertar un nuevo día.