Da la impresión de que, los intereses de unos o las ansias de otros provocan un clima político que puede incluso llegar a agotar toda esperanza. Sinceramente pienso que, en pro de tales, unas nuevas elecciones ni mucho menos sería un fracasó de nuestra democracia, pero quizá si lo sería de quienes no han asumido su responsabilidad y confianza otorgada para superar dificultades.

La abstención de todos los partidos políticos debería ser respecto de su incapacidad por los que desde las gradas les impiden concentrarse y trabajar por el futuro y más allá de las diferencias darse cuenta de lo que nos une a diferencia de estirar la cuerda sin importar correr el riesgo que está se rompa.

No obstante lo anterior, bien es cierto que no tenemos experiencia de lo que supone un gobierno del país en coalición, ni el diálogo a nivel nacional, ni la concertación, motivo por el cual se hace cuesta arriba hacer frente a un parlamento, según dicen, fragmentado, lo que, a priori, hace muy difícil gozar de un gobierno estable, ocupando el tiempo si es o no posible un referéndum, sin que nadie se pregunte: ¿es el referéndum realmente la cuestión que puede impedir la gobernabilidad de España? Si la respuesta es afirmativa, Mas ha conseguido el fracasar del país.

Ya es hora de que nuestros representantes se ocupen de las tareas pendientes, de nuestros intereses, y tanto Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera están obligados a que el delirio del referéndum no frustre las esperanzas que en ellos han depositado millones de españoles.

Las urnas nos han dado unos resultados que, quizá no esperados son la realidad que toca vivir, una nueva etapa estoy convencido que para construir un país mejor y muy lejano del fracaso al que los electos nos pueden llevar, muy lejos de la voluntad y deseo de quien ejerce su derecho al voto.

Es la hora de la verdad y quizá nuestros políticos debieran estudiar al respecto y pensar: ¿que haría en tal situación Winston Churchill?